El silencio era perfecto, fije la vista en el zaguán, me detuve en la mesa del comedor y vi su silueta, la firmeza de su cuerpo recostado sobre el espaldar de la silla, su esbeltez. Sentí una suave brisa que surgió de la nada y acarició mi rostro. Escuché sus pasos de agua, era el sonido de sus pies descalzos, miré a la izquierda, una sombra se movía. De pronto de un salto me pongo de pies y compruebo que no era una espejismo, sino su figura que se me acercaba.
Era su mismo rostro, sus mismos gestos, su mismo cuerpo encajado en el vestido negro que le vi por última vez. Su larga cabellera de calaguala caía sobre su pecho arropando sus senos. Se detuvo, colocó sus manos sobre sus caderas en jarras, sentí su mano tomar la mía y luego me hizo caminar junto a ella hasta la terraza del balcón.
Mi único contacto eran aquellas manos suaves y dulces. Se sentó en la mecedora y me señaló que me sentara junto a ella, me miró y la miré, había alegría en su rostro, tomó mi barbilla, sentí la suavidad de sus manos, apretó mi mano y de repente se la llevó a la boca, la besó varias veces, quise decirle algo y con su dedo índice sobre mis labios me hizo callar, tomo mi cabeza y la descargó sobre su regazo acariciando mis canas, sólo sentía un suave roce como el viento de otoño. Permanecí miles de segundo, sintiendo el silencio del viento tempranero, escuchando mis lamentos de soledad, así pasamos toda la noche. Cuando desperté su perfume aún se paseaba por mi piel – Recuerdo que entre susurros alcancé a decirle: - Cada vez que te vas, nuestra casa se llena de fantasmas – El fantasma de tu risa, entra juguetona hasta el silencio de mi alcoba. El aroma de tu piel se mete entre mis libros y revistas. Tus besos se entretienen bajo mis sábanas buscando el fuego de mis caricias y me hacen creer que te has quedado a pasar la noche. Tus ojos apartaron un lugar en el espejo, y todos los días les preparo la bañera con bastante espuma y el café con jengibre tu favorito.
Cada vez que te vas, sólo tus fantasmas me hacen compañía y como a buenos amigos los consiento y los atiendo en casa, también les doy abrigo mientras duermen, en pocas palabras los trato bien, pues ellos son lo único que me queda de ti cada vez que te vas.
|