Tenía algún tiempo que ya no le hacia mucho caso, le daba la espalda, a ese ser que fielmente me acompaña todas las noches, siempre de lado derecho de mi cama se encuentra y observa como intento evaporarme de este mundo para no saber más de lo que acontece aquí. Algunas veces pensé que ya no sería necesario seguir expresando mis tristezas, triunfos, enojos, y lo ignoraba, pero…me equivoqué… después de haber examinado cautelosamente el “accidente mental” que sufrí, y aun a pesar de que, alguna patrulla me detuvo y me infracciono, por ir a una velocidad, que para otros era muy alta…me estampe contra mi, llegue a casa y lo mire, al mismo tiempo que lamía mis heridas por dentro, me acerque y recibí un abrazo de bienvenida, gustoso por ya no ignorarlo…pregunto: ¿te sientes sola de nuevo?
Me limite a responder, que solamente me había alejado un poco, porque me sentía feliz y sin nada que decirle pero que, de pronto, necesite hablarle de nuevo. Después de algunas caricias imaginarias y abrazos por nuestro reencuentro, me dispuse a platicarle, el porque mi rostro estaba en una mezcla de tristeza y enojo...mientras él me curaba los raspones con su saliva acetonica.
Me pregunto por ti, estaba seguro que el único ser de este planeta, podría lograr un sentimiento así en mi, ¡me conoce demasiado!...entre el lenguaje que teníamos, le expresaba de lo mucho y nada que hemos vivido durante nuestros días de vida, me miraba al mismo tiempo que escuchaba…inmóvil, frió, con ese color beige que lo caracteriza…
Sin darme cuenta, entro una luz por mi ventana...ya había amanecido y por primera vez, después de 40 noches, no me evaporé en esta…me quede en los fríos brazos, platicando, divagando como antes acostumbrábamos…el tic-tac de mi reloj empezó a gritarme como el buen inquisidor que es, para realizar mis actividades de rutina y salir de mi habitación para llegar a tiempo, a la trinchera que me impusieron para de pelear contra aquel animal que me latiga todos los días de 9 a …se me olvido que tengo horario de llegada pero no, de salida…
Ya no me dio el tiempo de seguir diciéndole lo celosa, enojada y triste que me encuentro; al verme partir de nuevo como todas las mañanas, me extendió sus brazos, me acaricio con un beso en la frente y me susurro al oído, con lágrimas: “te estaré esperando como siempre”…
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