"Había una vez un tutorial. En este habían tutoras y tutoreados. Los tutoreados eran más que las tutoras. Las personas que veían sus reuniones por fuera imaginaban que dentro de la sala en que cada martes se juntaban a hacer macumbas o quizás cuanta cosa extraña. Los que estaban adentro guardaban voto de silencio; era de ellos el secreto. Y es que adentro hacían tantas cosas que de contarlas en realidad hubiera sido imposible. Algunos descubrían místicos caminos a los rincones más lejanos del matto grosso mientras otros aprendían a caminar bien por Temuco o a recitar hermosos rezos de Hermann Hesse. Las enseñanzas eran personalizadas, sectarias y prohibidas. Pero allí radicaba su encanto. Una vez a la semana se sucedía la reunión central, en la que el trío de tutoras organizaba el concilio con acostumbrada pasión. Los tutoreados, inmaduros a sus años, volteaban los rostros impacientes en busca de nuevas enseñanzas, ignorando que aprender a callar era la mejor forma de avanzar en los misterios de la extraña magia psicológica..."
Así decía un cuento que encontré en mi cabeza el otro día. El resto, el final y el asunto que lo mueve queda sellado, porque todavía no lo encuentro. Lo que sí sé, es que entre macumba y macumba se me quedaron grabados a fuego calcinante varios recuerdos añosos, que son los de aquella extraña naturaleza que rebota a los muchos muchos años después, con evocaciones pequeñas y nostálgicas y recuerdos grupales que se citan a lo "¿te acuerdas cuando...?". No me imagino no acordándome de la macumba tutorial, o lo rebelde que los tutoreados eran a veces con sus invocaciones extrañas de fuerzas rebeldes destinadas a sellar de por vida el silencio de las clases. Si es que clases es el nombre correcto. Yo les diría, mejor, macumbas. Reuniones misteriosas en cuevas misteriosas, o cojines misteriosos que entre misteriosas palabras aludían a nosotros y al entorno, y suena bien si digo que también al universo. ¿Por qué no? Si alguien tiene que desquiciarse hablando, que ese sea yo.
Tutorial. Palabra grave, pero aguda a la vez. Palabra grande, de cartón. Tutorial, trío de tutoras. Con nombre, rostro, palabras apasionadas, amigas las tres. Tu-to-rial.
¿Qué tanto recordaremos después?¿pasará en banda el tiempo con el futuro? Yo no sé. Por ahora, no. Por después, tampoco. El tiempo se estanca en las imágenes congeladas de tres chicas dirigiendo montañas, o chistes fuera de órbita de algunos muchachos locos con ganas de ser astronautas. ¿Se olvidarán?¿olvidaremos?¿nos olvidarán?¿las olvidaremos? Preguntas no más. Sólo preguntas. Sin respuesta, claro, como todas las buenas preguntas. Como todo lo que te hace pensar y darle vuelta a los asuntos, o dedicarle un espacios pequeños antes de dormirse y divagar por la inconsciencia, esa cosa extraña que es como un insecto dando vuelta en una ampolleta, llegando, casi llegando o entendiendo alguna cosa inentendible. Olvidarse. Igual son seis meses, o algo que se le parece mucho. Pero parece más tiempo. Es como si nosotros nos hubiéramos congelado en una máquina virtual, esperando sin espera que el tiempo avanzara, o que pasaran los martes entre palabra y palabra, cojín por cojín. Recuerdo por momento, por pasado y presente pegados.
No te das ni cuenta cuando estás preparándote para la última clase. Miras por la ventana, el aire está claro, purificado por alguna lluvia. Tomas un bolsón, escribes alguna cosa, viajas en una micro. Pero hay algo distinto en toda la rutina, y es que vas a terminar una etapa. "Terminar una etapa" te repites, y casi no te das cuenta de lo que pesan esas palabras. Es como matar algo tuyo, olvidarse de tu nombre, cerrar una puerta y tirar la llave a la calle. Pero estás consciente de que recordarás, o de que mañana un pensamiento anónimo te asaltará insolente y te repetirá clases como "un día de mi vida""el rol del psicólogo""el caldero de las responsabilidades". Los nombres eran de cuento, ahora lo descubriste. Recién ahora te diste cuenta de que todos los nombres eran la clave misteriosa que constantemente repetía, "esto es un recuerdo de mañana, vívelo". Pero no pescabas, es mas, mirabas por la ventana, viajabas en micro, era un martes, dos martes, tres martes. Cuando llega el último, sabes que es el último. Te da un nosequé en el estómago cerrar un ciclo. Pero siempre queda la memoria, te repites.
Llega el último juego. El Amigo Secreto. Hay que hacer algo, inventar algo, hay que despedirse con piñatas y serpentinas, con emociones que te den ganas. Llega el último juego, que es como un resumen de todas las cosas, y entonces me doy cuenta de que tengo que escribirlo. Un juego dentro de un juego, se asoma peligrosamente enredado. Porque el juego mismo se transforma en el tutorial mismo. Y escribir esto, el juego, es extrañamente confuso. Pero la confusión me gusta, así como también la melancolía y los recuerdos. Un juego que no es juego, pero que se le parece mucho. Un amigo secreto, una tutora, una María José secreta camuflada en mi masa de letras de regalo. Letra-regalos, recuerdo incluido, lléveselo todo por una leída con concentración. Sonrío. Es la primera y la última vez, es como un principio y un final a cuestas. Escribir esto es como desatar un nudo, o armar otro, o enredarse aún más como si la vida fuera simple. Pero, es que Tutorial te suena suavemente, no puedes no dejar de decirlo, no puedes simplemente. Porque es Tutorial el amigo secreto, el agente neblinesco, el recuerdo secreto. Porque es Tutorial la imaginación, el paso adelante, la duda. Todo enredado, en el mismo martes, en tres tutoras, en mil chiquillos. En una macumba. |