Pérdida de la Identidad.
Vaya ¡que suerte!: Allí había un teléfono público desocupado. Se llevó la mano al bolsillo trasero para sacar su cartera y se dio cuenta que no estaba allí.
-¡Ah, maldito ratero! Arsenio Roldán recordó el encontronazo que tuvo con el ciego de la guitarra al salir del metro.
Súbitamente todo se complicó. No tenía ni cinco centavos en el bolsillo y se encontraba lejos de todas partes. Tendría que tomar un taxi y pedir prestado en la oficina para pagarlo, ni pensar en caminar, le llevaría al menos una hora y media para llegar a ella y hacer las llamadas. Contrariado inició la búsqueda.
Después de casi quince minutos consiguió uno, le abordó y dio la dirección al chofer. Mentalmente se dijo que lo primero que haría era reportar la pérdida de las tarjetas de crédito.
Debería cancelar la reunión de las 11:00 con el comité de Mercadotecnia…
¡Rayos que mala pata!, tendría que tramitar nueva Licencia de manejo, credencial de elector y la credencial única de registro personal.
Llegó presuroso a la recepción de la oficina y se sorprendió que Rocío le preguntara;
-Buenos días señor, ¿le puedo ayudar en algo?
Se sonrío y le dijo:
-No creo que pueda ayudarme, me han robado mi cartera y estoy apurado por llegar a mi escritorio…
-Señor, discúlpeme pero no puede pasar sin ser anunciado, dígame a quién desea ver…
-Vamos Rocío, no estoy para bromas, debo ir a mi oficina de inmediato…
-Dígame por favor a quién desea ver y le anunciaré con mucho gusto.
Haciendo caso omiso de las palabras de la recepcionista se dirigió a la puerta de entrada. Estaba cerrada… ah, necesitaba su credencial de cinta magnética para abrirle y también esa iba en la cartera…
-Oiga Rocío, abra la puerta por favor…
-Señor, no puede entrar sin la autorización de la persona que desea ver.
Desesperado y ya de franco mal humor le contestó alzando la voz:
-Abra la puerta inmediatamente…
En ese momento entraban a la recepción dos de sus vendedores, Rocío les miró con expresión de quien necesita ayuda.
-¿Que sucede? Preguntó uno de ellos.
-Jorge, ¡que bueno que llegas!, abre la maldita puerta que llevo prisa…
-El señor quiere entrar por la fuerza y no entiende que requiere autorización. Dice la recepcionista a los dos recién llegados.
-La señorita tiene razón. Dígame, ¿tiene alguna cita aquí?
Ya totalmente fuera de sí les grita:
-Abran la puta puerta de una vez…
-Muy molesto Jorge se dirige a la recepcionista y le dice:
-Llame a los de seguridad para que se hagan cargo.
-¿Pues que se traen cabrones?, necesito entrar a mi oficina...
Los dos agentes de seguridad que llegaron apresuradamente a la sala se percataron inmediatamente de la situación por los gritos de Arsenio que a esas alturas ya estaba totalmente trastornado.
Con la camisa rasgada y la cabeza desgreñada la mujer estaba espantadísima.
Sus gritos no habían dado resultado por lo que armándose de valor le propinó una fuerte bofetada.
Arsenio se revolvió tratando de incorporarse, cubriéndose la cabeza con los brazos.
-Arsenio, Arsenio, ¡despierta por amor de Dios!
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