Empezó, de muy niño, queriendo ser pirata. Combatiendo. Y no del lado de los supuestos "buenos", sino de los valientes y aguerridos.
Con los años, aumentaron sus ganas de lucha. Renunció a banderas calavéricas y se volvió sensible, crítico y soñador, haciéndose poeta. Intentó, con sus ágiles versos de espadachín lanzar estocadas mortales a los soberanos y ambiciosos, a los dominadores. Pero todo fue inútil. Esa impotencia anidó en el fondo de sus intestinos y fue hinchándose hasta oprimir sus cuerdas vocales. Y, para no explotar, se hizó cantautor.
Adoró con sus melodías a las grandes cosas de la vida. Al Amor, a la Naturaleza, a los Amigos, la Justicia o la Libertad. Inundó la calle de reconstituyentes letras revolucionarias. Se echó a ella y aprendió a vivirla desde cada rincón, para narrar al mundo todo lo que veía. Mas, tanta necesidad vio, que se desencantó.
Y en ese desencanto alguien le ofreció un puesto, una ocupación desde la que creyó que ¡por fin! conseguría grandes Cambios, de esos que salvan a los pueblos. "Salvan (que no esclavizan, o engañan, o atemorizan, o explotan, o condenan) a los pueblos..."-Se prometía él-. Sí, se hizo político de las altas esferas...
Y unos meses después, estando en su gran despacho, no se sabe cómo ni por qué, pues ni siquiera se golpeó la cabeza, le entró una amnesia irreversible y se olvidó de todo aquello que había sido, y todo en lo que había creído. |