Sólo tu boca cave
dentro de mi soledad,
los labios derramados
como una cíclica madeja
en el latir de
estos encantos.
Te abres
bajo la intensidad
de una mirada,
todo,
como un hormigueo
que trepa mis dominios,
enigmático, delicioso, tácito.
Entonces,
las tiernas siluetas
se deshojan en un confín
de aciertos,
mientras la oscuridad
de ayer se pierde
en los albores de otras madrugadas.


Ana Cecilia.