Hola Margarita, he venido a despedirme, no creí nunca que esta tarde fuera a parecer tan triste, tu cuerpo regordete recortándose contra el horizonte me conmueve amada mía, porque se que pronto ya no te veré más, ¡ay Margarita! como duele, duele recordar nuestras aventuras en alta mar, aquellos tiempos en que teníamos todo el tiempo por delante, se que tu lo recuerdas tanto como yo, y aunque languidece tu rostro salpicado por lagrimas de gotas de mar, estas tan inmutable, tan conciente de tu destino y tan lejana como mis recuerdos, ¿te acuerdas cuando íbamos a la caza de aquellos gigantescos atunes? Tenía que fotografiarme junto a ellos para que mis amigos creyeran mis historias, y después, después de la pesca furibunda, después de arrebatarle al aguerrido océano su riqueza, el divino placer de dormirme en tu vientre, tocando la suave tabla que cubría tus entrañas, Margarita, perdóname si gimoteo, no puedo creer que después de tanta vida juntos, tu vayas a morir primero que yo, nuestro enemigo me arrebató un ojo, esta pierna que me pesa como mil kilos de hierro, ¿te acuerdas Margarita?, me la quebré contra el mástil cuando aquel enorme pez vela se abalanzó contra mi luchando por su vida, que cosas…Ahora el mismo va a ser tu cementerio…
¡NOO! Oigo el lánguido silbido del lejano remolcador que te arrancará de mi lado para siempre, más no eres tu sola quien te vas, se va el último recuerdo físico que me quedaba de mi padre, el te construyó ¿te acuerdas? Me gritaba, “más clavos pendenciero inútil, la mar no esperará eternamente por nosotros, apura el paso que los peces mueren y no en nuestra sartén”.
El remolcador se alejó mar adentro con su carga mortuoria, el viejo bote pesquero a medio hundir ostentaba con orgullo el letrero de su nombre con arabescos de bronce “MS Margarita – Puerto Escondido”, y en el muelle el viejo lobo de mar contribuyó a salar más el mar con una gruesa lagrima de adiós y de dolor, al desaparecer en el horizonte su amor de tantos años encendió un grueso habano, y se marchó pateando recuerdo y latas de cerveza, al terrible deshuesadero de los viejos lobos de mar, el bar de puerto escondido, donde contaría a incrédulos pescadores jóvenes de la vez que el mar abrió su boca para devorarle y margarita le salvó con un rugido de vapor.
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