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[C:1203]

La tarde cae de golpe, de arriba de no sé donde, pero lo hace estrepitosamente.
Es lógico suponer, se aproxima otra noche de esas: lánguidas e interminables. Me preparo para el acostumbrado insomnio de los viernes entre un aire suicida y lujurioso.
Dos puertas más allá de la mía, el maldito gato del vecino, maúlla abandonado. Enfrentando mi ventana aburridamente cuadrada, las luces de la farmacia se apagan y encienden con desprolijidad espasmódica.
Para entonces, la neurosis me corona de laureles la cabeza y ya soy el César. Quejoso y fastidiado camino sin rumbo dentro de la casa. No hago otra cosa que pensarte. Allí estas, firme como una estalactita, siendo la reina de todos los pensamientos.
Repaso una por una las palabras del final y no entiendo. Yo creo en la perfecta inherencia de tu sustancia imperfecta, pero jamás en la necesidad absoluta de tu figura y tu olor a miel y nuez y a nardos y campanitas.
Cómo te extraño !
Hace un mes ? O un año ? Hace un siglo ?
Cuánto tiempo es el tiempo que no estás ?
Debo reconocer con infinita pena que me quedé solo.
Te espanté ?.
Te despedí lo sé.
Te lloro en un acto estrictamente a solas.
Te cuento que el murciélago que dormía en el tapa rollo de la ventanita del baño se acaba de ir también. Que las moscas revoloteando sobre el fiambre olvidado en la mesa, entraron en una inapetencia sin nombre y la laucha aquella con la que te morías de miedo, ahora no come el queso que le dejo cada noche tentándola a permanecer conmigo.
Ni un solo beso que no brote de tu boca me despierta.
Qué mierda me retiene en este mundo sin piel ! No hay un nombre que nombre tu ausencia!
No debo quejarme más! me repito hasta el cansancio y no me canso !
Ahora junto con el gato ladra el perro…ves ? Te estamos llamando todos para que vuelvas a casa. No nos extrañás ?
Ya no puedo con este silencio taladrándome la cabeza como si fueran los gusanos de las manzanas en la frutera. Son las manzanas verdes o las rojas las que más te gustan ? Estarás comiendo sola ?

Erguí el cuerpo y saqué el poco pecho más allá del marco de la puerta en una desafiante bravuconada y salí a la calle. Ya estaba perdido con tanta gente anónima mirando las baldosas al caminar. Creo que me disolví en ese laberinto de calles empedradas con adoquines grises y de balcones con maceteros colgantes. Ya no pensaba en nada, me llevaba la llovizna aceitosa y no sentía ni frío ni calor, estaba anestesiado. Ciego, sordo y mudo. Me temblaron los dedos solo unos pocos segundos.
Te miré y estabas tan linda y sonreías para mí, tan solo para mí, radiante de esa blancura incontable. Me tomaste de la mano y fui eterno.
Me dijiste en un hilito de voz:
-Vení, no seas tonto, desde acá se vé mejor. No tengas miedo, nadie se cayó-.
Y vos y yo nos sentamos mirando desde el cielo.




Texto agregado el 24-12-2002, y leído por 354 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
24-12-2002 Hummmm, porque será que eperaba ese final; "me disolví en ese laberinto de calles empedradas..."; como una gota más de tu piel respirando en el anonimato..., quizás encaje; muy bello, Ana. AnaCecilia
24-12-2002 ¡Bravo!. Un vacío impecablemente descripto con un remate inefable. Me siento el protagonista hasta casi el final. Un abrazo de evendredi
24-12-2002 ¡Bravo!. Un vacío impecablemente descripto con un remate inefable. Me siento el protagonista hasta casi el final. Un abrazo de evendredi
24-12-2002 Me gustó mucho, sobre todo el final. Creo que sin la mujer el hombre es la cosa más patética del mundo. ¿Y también viceversa ? Seudonimo
 
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