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17

Con mis ojos de lince lo seguí, llevaba unos jeans gastados, una polera negra y una chaqueta de cuero. La barba de días y el pelo revuelto lo hacían verse desaseado, pero yo no me fijaba en eso. Miraba sus ojos verdes, su pelo rubio, sus pestañas largas, sus treinta y tantos años disimulados en su pose de amante fogoso, las piernas abiertas en el piso de madera.

Mis compañeras estaban medio borrachas, se reían de todo y notaron que yo lo miraba, que escudriñaba ese rostro malsano, las manos callosas y los brazos cansados. Se rieron de mí, la “Flaca” me pegó un palmetazo en la espalda.

-Como que te gustara el gigantón, ¿qué tanto lo mirai’?
-Na’... es que le encontré cara conocida no más.

Como una maldición se dio vuelta para mirarme, preso de las insinuaciones de los que lo acompañaban, compañeros de trabajo o amigos, no sé, pero ahora el clavaba su vista en mis pupilas turbadas, enfocaba su vista en mis ojos, miraba bajo mi blusa, quizás hasta tocaba mis pechos a la distancia.

Me sonrió mientras empinaba un vaso de piscola, le devolví la sonrisa y me sumergí en la silla. La Anita me tiró el pelo como cabra chica.
- Te tiene loca el gringo parece, mira la sonrisita que le pegaste.
- Na’ que ver- yo estaba nerviosa y ni siquiera sé por qué.

Él se paró para ir al baño, para hacerlo debía pasar a mi lado, la mesa estaba junto al pasillo que daba a unas puertas roñosas y sucias. Me miró fijamente, mientras pasaba, le mostró sus radiantes dientes blancos a la China, que toda cocoroca se mató de la risa, de inmediato me puse celosa, esos ojos eran míos, ella no tenía que seguirle así la corriente. Me paré decidida, quería saber que haría si me paraba frente a él y me abría la blusa.

- Pa’ dónde vai’ cabra loca, quédate senta’- me dijo la Flaca, que siempre quería parecer la mamá de todas.
- Voy al baño no más, estoy que me hago, vuelvo al tiro.

Caminé nerviosa, pasé por la puerta del baño de hombres, ahí estaba él, meando, con su cara fija en el escusado. Me paré en la salida, apoyada en la mugrienta pared, estaba oscuro, creo que no me vio llegar. Salió secándose las manos con el pantalón, me miró y me sonrió, se acercó y me dijo.

-Hola, ¿qué haces aquí tan sola?
-Nada miro la pared.
Se dio vuelta en dirección hacia donde yo miraba, notó que lo había estado observando. Con esas simples palabras rompimos el hielo. Me tomó la mano, en la que llevaba el anillo que me había regalado el “Yayo”, un pololo que había muerto.
-¿Estás casada?
-Si, ¿Te importa? – le respondí en broma.
-Para nada, las casadas son más fogosas.
Me reí por dentro, porque parecía demasiado necesitado en el momento, yo también parecía estarlo, así que me reí de nuevo.
Me acerqué lentamente a su cuello, poco a poco, midiendo cada movimiento, él tomó mi mano la puso en su trasero, que se sentía menos relleno con el tacto que con la vista. Como pidiendo disculpas lo besé, le respiré en la boca y le mordí un labio. El metió su mano tibia entre mi blusa y mi sostén, mientras yo desabotonaba sus jeans. Lo hicimos todo lento, como si no importara que alguien apareciera de pronto por la boca del pasillo.

Yo no necesitaba nada demasiado sereno, lo tomé por la polera y lo azoté contra la pared de ladrillos, se quejó un poco y luego se rió. Me tomó por la cintura, metió su cara sin afeitar entre mis pechos, me hacía cosquillas así que lancé una risita desesperada y luego tomé su cara entra mis manos frías y larguiruchas. Se quedó quieto por algunos segundos luego me beso desesperado, metió la mano en mi pantalón de tela negra, hasta tocar mi pubis, con sus dedos toco hasta donde pudo, pero luego se detuvo.

-Podríamos seguir esto en otra parte- me dijo, con su mano aún entre mis piernas.
-No puedo, mis amigas me esperan.
-Pero, tal vez otro día.
-¿Soportarías hasta mi día libre?
-¿Cuándo es?
-En siete días más- él sonrió y sacó su mano de dentro del pantalón.
-Si fuera necesario, aunque....
-Aunque qué- pregunté intrigada.
- Podría raptarte ahora, o tienes miedo de que tus amigas le cuenten a tu “esposo”.
- No, pero, ¿a dónde iriamos?
- A un motel, no tengo otro lugar mejor que ofrecerte.

Me sentí defraudada, pero de todas formas acepté, el lugar después de todo no importaba, la propuesta era la que me mantenía en el hilo.
Salí del pasillo a la mesa donde estaban mis compañeras, todas quedaron perplejas al notar que él venía detrás mío, amarrándome la cintura con sus pesadas manos de macho libidinoso.

-¿Y este quién es?- inquirió la Flaca con su voz de déspota inquisidora.
-Un amigo- dije hipócrita.
-Segurito los amigos se hacen en el baño po’- dijo la China, con su pose de hembra celosa.
-Lo’ mios si , ¿te molesta?- dije recelosa- ya, yo me tengo que ir, nos vemos en la casa.
-Oye mañana vo’ tení’ que trabajar- dijo más que celosa la China.
-Si se oh, si llego temprano.
-Más te vale- soltó por último la Anita que había estado callada todo ese rato.

Salimos de la mano como amantes, como si hubiésemos estado toda la vida juntos, el se apretaba a mi cintura mientras esperábamos la micro que nos llevaría a la Ruta 68, tomamos la 309, nos fuimos abrazados, todo el camino, yo me acurruqué a su pecho, sentía que me iba quedando dormida cuando me di cuenta de algo.

-Que raro, vamos a tirar y ni siquiera sé tu nombre.
-¿No sería mejor así?.
-Como sabes si es buena, y cuando viejita me quiera acordar, me gustaría acordarme de tu nombre.
-Me llamo Hans.
-Tienes nombre de gringo- me reí como una pendeja.
-¿Y tú cómo te llamas?
-Tatiana, me dicen Tati.
-Mucho gusto Tati.
Me acerqué a él como una niña de doce años, tímida y avergonzada, le di un beso torpe y le toqué entre las piernas por accidente, porque la micro se bamboleaba para todos lados.
De a poco me fui acostumbrado, nos reímos todo el camino. Mientras el mordía mi oreja yo le hacía cosquillas.
Íbamos llegando, me tocó el hombro mientras yo miraba por la ventana las pocas luces que habían.
-Nos tenemos que bajar.
Al llegar al lugar, entramos por un camino angosto, parecía un bosque. La habitación estaba adornada al estilo safari, lleno de pieles de leopardo, una cama enorme se lucía en la mitad reflejándose en el techo de espejo. Me tiré al catre, reboté un poco en el y me saqué la chaqueta de cotelé rosado que llevaba. Apareció mi blusa negra que antes viera. Hans se tiró a mi lado tocó mi pelo con sus dedos ásperos, la lujuria de hace algunos minutos se había moderado.

Comenzamos de a poco, como en el pasillo de los baños, él desabotonó mi delgada blusa de lycra. Yo toqué con mis dedos seguros hasta donde pudieron alcanzar mis manos, él se sacó el pantalón presuroso, para quedar con un slip color verde. Después de una lucha desesperada cuerpo a cuerpo quedamos desnudos en medio de la cama. Tenía la deliciosa carnalidad viva en mis muslos, en mi abdomen, en mis pechos, en todo el cuerpo. Con la respiración agitada intentaba zafarme de sus manos, me apretaba las piernas como si fueran pedazos de carne que debiera ablandar, estaba comenzado a llegar a ese momento en que la mente ya no responde y es sólo el instinto animal el que controla los sentidos, con su torso entre mis piernas y la mendacidad corrompiendo mis remordimientos llegué a un clímax vomitivo, ya no era yo, era mi cuerpo, me transformé de inocente doncella, en fiera amante, pasando por estados de cólera, mientras este extraño entraba y salía de mi cuerpo, contemplaba, los pliegues de mi cintura y tocaba con su boca el centro del éxtasis. Me dejé llevar por el calor del momento. Una vez fuera de mí, le llamó la atención la pasión de mis movimientos, las caricias certeras entre su miembro y sus labios, todo resumido en la experiencias de varias camas desde los quince años.

-¿Cuántos años tienes Tati?.
Yo no sabía si responder, porque tal vez a mi respuesta saliera arrancando por la puerta y me dejara desnuda en aquél lugar siniestro para mi, pero me decidí a hacerlo esperando cualquier cosa.
- Tengo 17 recién cumplidos.
- ¿Cómo, pero si te ves mucho mayor, yo no.....
Tartamudeó mucho para poder decirme eso, pero lo presumía, era de esperar que después de ese encuentro creyera que era una puta o algo así.

-¿Y tu cuántos tienes?
Me miró con sus ojos cansados, más fatigados aún por mi respuesta, con esa cara de los viejos enervados por trabajar demasiados años por poca paga.
-Tengo 33, los cumplí en enero.
Su voz se hizo tenue, lenta y pesada, se vistió meticulosamente, me dio la espalda, de pronto me miró de reojo, se metió al baño, cuando salió yo todavía estaba desnuda en la cama, resuelta a protestar.
-Vístete que nos vamos- me dijo con voz de hombrón maduro.
- No quiero, déjame aquí un rato, no quiero ver caras largas todo el camino en la micro -estaba decidida a quedarme, cuando, se abalanzó sobre mi y me gritó:
- ¡Vistete cabra de mierda si no quieres que te agarre a puñetes!
- Vo’ no veni’ a mandarme maricón, cuando yo quiera me visto y me voy.
Después de eso me pegó con su puño en la cara, salí corriendo de la habitación con la ropa en la mano, una señora rechoncha salió de una caseta a ver por qué tantos gritos. Estaba desnuda y con un pómulo hinchado por el golpe. Hans, ese desgraciado se escondió detrás de unos árboles y no salió después de mucho rato. La señora me llevó a su caseta y me dijo:
-Ya cabrita, no quiero na’ problemas aquí asi que te vesti’ rapidito y te vai.
Hice lo que me pidió la señora, me vestí, salí caminando y esperé en la puerta hasta que salió él.
-Creíai’ que me iba a olvidar del combo que me pegaste maricon de mierda, pa’ eso teni’ un millón de hombres desgraciado, así que te voy a denunciar a los pacos por violación y maltrato, acuérdate que soy menor de eda’.
-¿Y cómo lo vai’ a hacer, no sabì como me llamo ni mi dirección?
Entonces saqué a relucir su billetera que había robado mientras iba al baño, la había dejado en el velador cuando llegamos.
-¿Cómo que no?, querí ir hartos añitos a la cárcel?- le dije en tono irónico.
-Cabra de mierda, entrégamela.
-Sueña que lo voy a hacer, de aquí me voy derechito a los pacos.
-Además, mira lo que encontré- saqué un sobre con algunos gramos de cocaína- ¿te parece lindo esto?
-Puta de mierda, ahora si te mato.
-No que tanto cariño?, te jodiste tu solito.
Salí corriendo a la avenida y me encontré con unas personas que iban en dirección al paradero de micros, me refugié junto a ellas, mientras él me miraba desesperado desde la puerta del motel.
No fui a la comisaría ni nada de eso, llegué directo a mi casa y me puse hielo en el moretón que se comenzaba a ver. Despertó la Flaca que me miró con cara de tragedia.
-Mirate esa cara, el desgraciado que elegiste, ¿conseguiste algo por lo menos?
Le mostré la billetera, habían como cincuenta mil pesos, era fin de mes. Saqué el sobre con cocaína y lo olió como desesperada.
-Esta vez si que la hiciste buena, con el cuento de los 17 todos caen, pero parece que ahora si que te machucaron feo.
- No tanto, pero son cincuenta lucas y este trofeo, le apunté al sobrecito celeste que contenía el polvillo.
- Eres una puta desgraciada- me dijo entre risas.
- De alguna forma me tengo que ganar la vida, pa’ algo tengo el poto po wueona.
Después de guardar la plata en mi cofre con candado, me saqué la ropa,(de nuevo), me puse el pijama y me metí a la cama con la China, que roncaba como oso mientras yo trataba de acomodarme. Pensé un poco en Hans, pero después de un rato me llegó el sueño, me quedé profundamente dormida. No tenía remordimientos, total una sin vergüenza como yo no tiene por qué tenerlos.



Texto agregado el 06-07-2005, y leído por 219 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-04-2007 JAJAJA... Es sinceramente un relato divertdio y amargo. creo q esta es casi la forma mas corriente de ganarse la vida. Esta escrito al parecer no a mano sino a camara, una camara de la Prensa Amarilla, jajajaja...Desde el desierto del Sahara lekbir
11-07-2005 De donde yo vengo a las mujeres se las viola por amor y se las ama por temor. Hay algo de esto en ti. dodekarion
10-07-2005 me gustas como escribes nitsu-chan Naruto-sama
08-07-2005 Para ser mi hermana escribes muy bien.... Naruto-sama
06-07-2005 jajjajaja... que buen final... me has dejado la tragedia en la garganta... muy bueno mis*... tearjerker
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