Hoy he recibido una paquete del ministerio de industria, turismo y comercio. Dentro hay una guía con consejos útiles para ahorrar energía. Cierre las ventanas si enciende el aire acondicionado. Apague la tele con la mano. El pequeño pilotito LED que se queda en espera de que accionemos el mando también gasta. Apague las luces cada vez que salga de una habitación. Y más consejos útiles por el estilo.
Entonces cuando estoy a punto de ser convencido por tan ilustrada guía, me surgen unas dudillas que paso a enumerar:
a) Estará realmente el ministerio preocupado porque la elevada cuantía de mi factura eléctrica desestabilice mi economía. Cuando estoy apunto de bendecir al ministerio por tan noble acción, recuerdo que más del 80 por ciento del precio de los carburantes son impuestos y que hace unos días amenazaban con encarecer el precio de la electricidad en los hogares que abusen del gasto. No, es triste, pero mi economía no preocupa al ministerio.
b) El ministerio probablemente esté, entonces, preocupado por el deterioro que sufre el medio con cada Kilovatio que se desperdicia. Claro que acto seguido recuerdo que van a abrir una refinería de petróleo al lado de mi casa. Observo por otra parte que las cien paginas de la guía han sido impresas a todo color en un papel que no es reciclado. No me parece el ministerio un ecologista militante.
c) En casa tengo un contrato con la compañía eléctrica de un máximo consumo de 3100 Kilovatios. Esto significa que el microondas y la plancha no se pueden usar a la vez. El hotel de cinco estrellas de la plaza España tiene un contrato de mil veces mi consumo. Nos podríamos ahorrar mil guías sólo con concienciar al dueño del hotel. Por cierto ¿creen que en el hotel habrán recibido la guía?
Descartadas las posibilidades de que el interés de la dichosa guía fuera económico, ecológico o preventivo, sólo se me ocurre la descabellada idea de que la guía sea el fruto de que en los últimos tiempos ha caído por los suelos el precio de los aparatos de aire acondicionado, caída de precios que ha llevado aparejada que cualquier hogar, por muy humilde que sea, disfrute de un aparato de aire acondicionado. El problema de que el populacho nos deleitemos, con más pena que gloria, de unos ruidosos kilowatios de frío, pagados con el sudor de nuestra frente, es que las pobrecitas empresas eléctricas, que se disputan con las más afamadas Ong´s la cima del altruismo, sufran penosas sobrecargas en sus tendidos eléctricos, sobrecargas que han producido incendios en algunos transformadores de la empresa con sus intolerables perdidas económicas. Además de dejar durante varias horas sin electricidad multitud de campos de golf y hoteles de cinco estrellas.
Hay que ahorrar, es cierto. Y lo tenemos que hacer entre todos, también es cierto. Y los pobres somos muchos y a poquito que ahorremos se nota. Pues es verdad. Y los ricos son cuatro y por mucho que ahorren no representan un gasto significativo. Totalmente de acuerdo.
Me parece entonces que hay dos posibilidades: o cumplen su amenaza y suben espectacularmente el precio de la electricidad, o comienzan una campaña más agresiva que, por ejemplo, se podría titular “Los ricos también sudan”.
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