Un día cualquiera navegaba desaforado y sin timón alguno por los innumerables sitios de Internet. A mi errático paso me topé con variados escollos en donde el desenfreno formaba inmensos túmulos que impedían cualquier maniobra, aún así, apelando a mi instinto, evadí esos médanos terroríficos y proseguí con mi recorrido. Más allá, una docta y aburrida página adormecía a quienes se atrevían a incursionar por sus anodinas aguas. Sorteando a esas mitológicas ballenas que dormitaban sobre esa inmensidad sin olas ni vientos que la cruzaran, continué con mi travesía. Un poco más lejos, lo escabroso entenebrecía esos mares densos y yo temía naufragar a cada instante en esas oscuras miasmas. Menos mal que aquello no aconteció y continué mi aleatoria expedición por esa vastedad de océanos que conforman este fascinante y multifacético invento tecnológico. Hasta que sin pensarlo ni buscarlo, atraido acaso por alguna fresca brisa, recalé en una extensa playa circundada por cristalinas aguas celestes que bañaban una preciosa isla. Al acercarme a esas arenas tibias y acogedoras, pude oler el aroma que ellas exudaban y que transmitían de inmediato a mis sentidos imágenes fantásticas y plagadas de perturbadores misterios. Me interné por esas avenidas sombreadas por flora y fauna de la más variada especie y caminé y caminé hasta dar con una hermosa cabaña cuya puerta permanecía entornada, destacándose un cartel pegado a ella que me la ofrecía con la única condición que sólo se franquearía a mi paso mediante la invocación de un vocablo. Acepté dicha cláusula y dibujé en el aire la palabra Gui, que desde ese instante pasaría a ser la valiosa llave que me permitiría ingresar a esta fantástica sala y a la vez, desdoblarme en la magia de estos excitantes parajes.
Desde entonces, ha transcurrido un par de años y en todo ese tiempo he conocido a gente maravillosa, estupendos seres que están junto a mí y yo junto a ellos gracias al mágico fluir de aquella herramienta que acá es nuestro oxígeno y nuestra razón de ser: el vocabulario, preciado asunto este que acá es despojado de toda formalidad para crear increíbles estructuras, prodigiosos cometas, multicolores mariposas y una infinidad de sueños fugaces que escapan de nuestra mente soñadora para ser sonido y elocuencia. Acá tejemos palabras y con la diligente paciencia del orfebre y la vocación incondicional del que se sabe apresado a una pasional inquietud, nos dejamos llevar por sugerentes vuelos oníricos que no necesitan de aditamentos externos, sobrevolamos la futilidad y el desencanto y los desdibujamos a voluntad para aterrizar más tarde sobre una fábula que nos guiña su ojo pícaro, brindándonos una sonrisa encantada.
Acá he conocido a muchos amigos que desde su descubrimiento me han encadenado a sus estampas y especiales maneras, características que respeto, adoro y venero. Sé que renunciaré a muchas cosas en lo que me resta de vida pero creo que jamás abandonaré este recinto insospechado, esto que le da otro sentido a mi existencia, el que me permite transitar a paso firme sobre el tenue tinglado de las quimeras…
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