El lapsus


Un metro con ochenta y cinco centímetros, pelo rubio, espalda ancha típica de deportista, mas que nada de nadador, con los músculos solidamente marcados. Su presencia varonil ponía nerviosas a todas las féminas que se cruzaban en su camino y lo mismo sucedía con las secretarias de los médicos, en especial cuando las miraba fijamente con sus ojos de un azul profundo perfectamente enmarcados por una cara simétrica y de rasgos delicados, pero recios. Lo mismo sucedió el día que fue a consultar al medico familiar.

Ante la presencia de ese espécimen masculino la secretaria se sintió muy perturbada y tartamudeo un par de veces. De todas formas atino a decirle que se sentara que el doctor estaba atendiendo un paciente y luego era su turno.
Desde su escritorio no podía dejar de levantar en forma nerviosa los ojos para observar al señor que esperaba sentado de piernas cruzadas leyendo una de las revistas, y mirándolo desde ese ángulo no pudo menos que valorar que el pantalón de jean le quedaba perfecto con esas piernas gruesas que se continuaban con unos glúteos firmes.

El intercomunicador se activó y la voz del medico le pidió que hiciese pasar al próximo paciente. Con su mirada mas tierna y expresiva, ella lo miro y le dijo con voz dulce y sumamente melosa que era su turno, que pasara, por favor.
Y esta ultima frase la remarcó elevándose el hermoso cabello rizado. El paciente la quedo mirando brevemente, agradeció sonriendo y paso al consultorio luego de poner la revista en la pequeña cesta, lo que permitió a la muchacha disfrutar lo bien que le quedaba la remera blanca de mangas cortas contra la piel quemada por el sol.

Después de las preguntas de rigor quedo claro que el gran problema del hombre era su constipación crónica, sumamente seco de vientre, lo que con los años había generado hemorroides internas que le traían no pocos problemas. El estudio general no mostró ninguna anormalidad, por lo que todo termino con un pase al cirujano especializado en proctología para que de una vez resolviera ese problema. Se retiro saludando afectuosamente a la secretaria, quien, apenas cruzo la puerta y aprovechando que no había ningún otro paciente, por el intercomunicador le dijo al medico: “Carlitos, la próxima vez que venga ese caballo avisáme que lo atiendo yo solita...¿tamo?” Canchero, el galeno le contesto: “Bobita para elegir Elenita, bobita la nena”

La semana siguiente concurrió a la consulta del especialista, se coordinó la cirugía y por fin todo quedo resuelto. En el postoperatorio, sin que su cara diese ningún síntoma de dolor, veía como las enfermeras lo atendían con gran condescendencia. Llegó el cirujano y se generó el siguiente dialogado: “Mi amigo usted realmente tiene fibra, ha aguantado todo el tratamiento estoicamente. Le puedo garantizar que en un par de semanas todo esto será un mal recuerdo, pero que ya no va a sufrir de los problemas que lo trajeron hasta aquí. Eso si, abundantes líquidos siempre, mucha fruta y verdura, no puede estar reteniendo la materia así que aquí tiene la receta para estos remedios que son totalmente naturales: fibras vegetales para mantener líquido en el intestino, trate de no hacer demasiada fuerza para evacuar y buena limpieza siempre. Por lo demás, vida normal. Lo veo en siete días.”

Allí noto que el paciente tenia la cara colorada, denotando una vaso dilatación superficial que no le gustaba nada. Comenzó a pensar en una infección postoperatoria, lo que no era nada raro en este tipo de intervenciones, pero la pregunta del hombre le borro estos pensamientos. Y ese fue el lapsus aclaratorio:

“Disculpe doctor – dijo inusualmente nervioso y completamente sonrojado - ¿y de vida sexual hasta cuando me tengo que abstener.?
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