En las noches de Roma soy invisible
camino por entre la gente y nadie puede verme
me detengo a mirarme en el reflejo de las mujeres solas
pero ellas no pueden verme/ nadie puede verme
así purgo mi soledad y las odiosas horas de toda una vida que traté
de hacerme explícitamente visible sin que nadie pudiera verme
en extensión y comprensión
invisible me vuelvo el deseo de las sonrisas de los jóvenes tímidos
y sus amadas intocables con palabras
invisible muero anegado en orina en una de las plazas
o en los paseos públicos
andrajoso me asomo en los escotes profundos de la noche oscura
nadando corriente arriba por las pieles traspiradas
saludando sin ser saludado/ escondiéndome sin ser escondido
soy una pancarta negra con una silueta blanca
no me habrás olvidado?
invisible soy mi pueblo destrozado
sin memoria ni árboles en su plaza: soy mi hermana escribiendo
con mórulas e insectos en lo oscuro de su vientre
en los calendarios amarillos de días pasados
y me muevo como un amante torpe de tercera categoría
por entre los sonetos perfectos de Joaquín de Quevedo o Francisco Sabina
haciendo fuerza al movimiento del reloj
envolviéndome en las sábanas patrias y las luces que de reojo
atestiguan que la línea recta es la desunión fatal de dos puntos en el tiempo
invisible me adentro en el misterio de lo inobservado
subvirtiendo el miserable orden de las cosas
que persiste mientras me muevo intranquilo
por una ciudad interfecta de presencias ciegas
Texto agregado el 05-07-2005, y leído por 112
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Lectores Opinan
07-11-2005
Titote mío, Caro mío, embelleces el estiercol y delatas con guante de seda el pecado social. Mis estrellas vacarey