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Caminó los más rápido que podía, sus pasos fueron descifrando los códigos de las calles sin permitirse ver esquinas.
Llego a su casa, abrió la puerta mecánicamente, fue llenando con sus ropas una a una el interior de la mochila, sin saber que ponía,
no sabía que pensar, estaba agobiado, se sentó, apoyó los codos sobre la mesa y por algunos segundos, el vacío y el dolor lo paralizó.
No se dio cuenta como se levantó y fue a dar a un costado de la carretera, allí esperaba silenciosamente que alguien se apiadara de el y lo llevara muy lejos a olvidar,
a cubrir todo de polvo, quería salir lo más rápidamente de aquella ciudad,
que le recordaba en cada esquina como el amor florecía de sus brazos, para que ella, se lo robara impregnado en cada uno de sus poros.
No quería que el día terminara antes de emprender viaje, entre tiempo y espera, en ira se fue inundando su alma,
allí con el viento resecando una y otra vez su cara sintió como el corazón dolía, grito lo más fuerte que pudo, queriendo creer que en medio de todo ese griterío,
ella iba a salir volando dejando sus días huérfanos de su presencia, aunque sea solo por instantes, pero no fue así.
Los recuerdos cubrían incesantemente todo a su alrededor, recordó cómo sus ojos se fueron apoderando de los suyos,
quedándose con la prohibición de mirar algo más allá, que no fueran los colores de sus vestidos, de la primera vez que le habló,
de cuando ella se acerco aquella tarde soleada, rodeado de flores de otoño, rojas, pardas y amarillas, de sus manos blancas y delgadas acercándose lentamente a los libros,
de esa exquisita sensación que sintió cuando la tibieza de sus dedos tocaron su espalda, simplemente para robarle un dulce minuto a su lectura,
eso le basto para impregnarse de su olor a piel y flores, con un ojo en las letras y el otro encandilado por el dorado de su pelo que se movía con el viento,
tal como se balanceaba su corazón al tenerla tan cerca, intentó responderle a su pregunta sobre los libros, pero estaba tan abrumado,
que solo atinó asintiendo con la cabeza a decir: son míos, después cayó en el profundo abismo verde esmeralda de su mirada,
que lo seducía como a Ulises y su canto de sirenas, cuando ella le pidió uno prestado, para el le fue imposible negarse, con una sonrisa en los labios ella tomó el libro y se alejó.

—La próxima semana te busco y te lo devuelvo —le dijo, moviendo sus dedos a modo de despedida.

El no se canso nunca de mirarla, la siguió con la vista hasta que se perdió detrás de una esquina,
‹‹algún día dará la vuelta a mirarme y lanzarme un beso que flotara en el aire volando de sus labios a los míos››, susurro silenciosamente,
de allí en adelante se vinieron sucesivos encuentros, tardes inolvidables, paseos incansables a pies descalzos por las arenas que se enredaban entre sus dedos y se sintió grande,
que podía competir hasta con el mar, porque el ya tenía a su sirena, su estrella de mar, su luna blanca entrelazada entre sus brazos,
ella lo tomaba siempre desprevenido por la espalda y suavemente con una dulzura infinita cantaba en su oído:
“je t'aime avec tout mon coeur”, así transcurrieron días y meses, casi un año, hasta que le contó que debía viajar por cuestión de estudios,
su memoria de titulo partía en otro continente, allá en el país de la Torre Eiffel, el de sus abuelos maternos y frente a tal proposición ella no se podía negar.

—Te escribiré constantemente —le dijo, nos llamaremos por teléfono, tal vez sea bueno echarse un poco de menos continuo.

—Puede ser —asintió el, pero las despedidas las tenía exiliada lejos de tus manos, la última noche juntos fue memorable—.

—Soy tuya hasta los huesos —le dijo después del último suspiro.

Le lamió todo su cuerpo, para que su alma quedara grabada a lo largo de toda su piel y así la recordara todos estos meses de ausencia,
el no cabía en si, estaba totalmente trastornado, sus ansias de vida transitaban entre precipicios de angustia y de pasión,
pero tuvo que darse un tiempo y hacerse de fuerzas, el debía acompañar a su sol de invierno hasta la puerta de la desolación,
no pudo ir al aeropuerto, no pudo llamar a las musas para cantar su amor en la despedida, se quedó mudo con una sensación incontable, sin letras, sin miradas.
Luego pasaron los meses, en los cuatro primeros, constantes llamadas, innumerables cartas de amor, después vinieron las pausas que anunciaron un silencio,
un abandono transoceánico, no entendía nada, será la distancia o la cercanía de los meses de regreso pensaba.
Ella se había ido acompañando las hojas de abril y ahora el estaba solo bajo las lluvias de invierno, pasara todo y con la primavera regresará, cantaba su canción interna.
Un viernes al comenzar septiembre le contaron que volvía, pero solo por un corto tiempo ya que debía permanecer en Paris hasta la navidad,
entre alegría y cierto escalofrío, ya que de ella nada sabía hace ya más de dos meses, se fueron ahogando todas sus preguntas sin respuesta.
Un día en una gran exposición de la Universidad ella hizo su aparición, el la vio y rápidamente encamino sus pasos hacia donde estaba,
espero que terminara de saludar y la miró, como una ráfaga de viento helado colándose por entre los huesos sintió su lejanía y eso lo paralizó,
no pudo decir palabra alguna, ella lo miro le dio un beso en la mejilla, acarició sus hombros y le dijo: “negrito tenemos que hablar, pero ahora y aquí no”.
El no contesto nada, el silencio de la desolación estaba tocando sus puertas, espero algunos días para llamarla y cuando se hizo de fuerzas para hacerlo no encontró respuesta alguna,
fue a su casa, a su sala, a su esquina, pasó tardes frente a su puerta y noches de ausencias, hasta que al tercer día una amiga le contó:

—Víctor no aguanto más el ver y sentir tu pena yo te tengo que contar —lo miro dulcemente a los ojos y le dijo: La Pili
esta embarazada por eso no te quiere hablar, tiene dos meses y síntomas de perdida, esta con reposo y su familia no quiere que te vea, ni que hablé contigo.

—Pero es que eso, no lo puedo creer a menos que me lo cuente ella misma —contestó.

—Eso por ahora no va a poder ser así —dijo su amiga, tienes que entenderla a ella, está muy mal desde que te vio, pero es la verdad, aléjate por ahora después se verá, no tienes nada que hacer, lo siento mucho por ti.

Un dolor intenso le cubrió la espalda hasta los pies. No la veía hace ya más de 8 meses, si todo era cierto no debiese tener más de 2 meses —pensaba—, en su cabeza no entendía nada o bien… no quería entender, se puso a caminar en medio de un camino borroso y se limpiaba de vez en vez los ojos para poder ver.

Texto agregado el 05-07-2005, y leído por 305 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
30-12-2005 Excelente. Una historia de amor muy entretenida y muy bien narrada. Felicitaciones y van mis 5* jorval
23-09-2005 Para un golpe abajo te dejo viendo cinco estrellas *****. Un grandioso texto, me encantó. fabiangs
09-09-2005 Qué doloroso y qué verídico lo haces parecer, como si fuera algo tuyo, muy tuyo. Felicitaciones, está muy bien y llega hondo. Un beso ***** duckfeet
31-07-2005 Uff... pues ... sólo diré que, pienso que logras hacer que uno se meta, sienta, presienta... muy bien mi querido matemático,buen texto, me alegra haber pasado a saludarte y encontrarme esto archivado (por error u olvido[descuido tal vez]) un beso + que lo tú_yo. y 5 plums. * amayrany
21-07-2005 Amigo, me gusta mucho y me llega al corazón, si ese es el objetivo del que escribe, llegar al resto, así me sucedió con tu historia. Dura, dolorosa, como es tantas veces la vida. estrellas lunaaparecida
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