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Inicio / Cuenteros Locales / amapola- / cronica de una tarde de crónica

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Entramos, 4:32 hrs., día viernes y se ve mucho más oscura, vacía y difícil de asimilar de lo que esperaba, subimos la escalerita (que después viendo un plano tremendamente simétrico, supe que era la entrada al sector Alameda del edificio), cruzamos una sala angosta, con otras dos puertas cerradas al lado de la central, por la que acabamos de entrar. Luego de cruzar unas mamparas muy elegantes y cuidadas, me dirijo hacia un plano del edificio con el típico circulito de “Ud. Está aquí”, me preocupo de copiarlo, y le digo a Pedro (mi pololo, que tan pacientemente me acompaña a toas las estupideces que hago y que se entretenía mirando detalladamente las mamparas con vidrios adornados) que no demoraremos más de 20 minutos.
Me da miedo el edificio, porque es alto y nunca entendí la utilidad de tener un techo que requiera andamios para pintarlo, o en este caso, limpiarle los vidrios. Hay que decirlo, la Biblioteca nacional no es un edificio acogedor, a pesar de que busca colores cálidos y tonos madera, sigue siendo muy frío y ostentoso como para que yo, al menos, y al parecer también Pedro, nos sintiéramos con ganas de entrar. Este miedo se nos pasa un poco cuando le pregunto al guardia dónde puedo sacar un libro, a pesar de sus más o menos incomprensibles indicaciones entiendo que debemos doblar a la derecha, y algo de un segundo piso, avanzo mirando el piso y anotando en mi cuaderno la conversación con el guardia, mientras tanto Pedro se ha escondido tras una de las largas cortinas grises y yo me hago la interesante y sigo avanzando, entramos a un pasillo de vidrio, muy moderno para el edificio pero que me hace sentir más cómoda, están además unos carteles amarillos que tienen fotos de artistas chilenos cuando niños y adultos, con una breve reseña de su niñez y una frase célebre, no sólo escritores sino escultores (Marta Colvin) y pintores (Nemesio Antúnez), pedro mira horrorizado el lienzo de Gabriela Mistral (trauma escolar provocado, para variar, por una profesora de artes mala) y lo tomo de la mano y lo saco de ahí. Avanzamos y llegamos a un salón amplio y blanco, muy fino y muy cuico adornado con unos divanes que son antigüedades pero forrados en telas modernas /clásicas , con mozos que atienden llevando uniforme y unos biombos que separan la cafetería del resto de los mortales, una señora rubia toma café y lee el diario, miro alrededor y veo un mesón que dice DIBAM, arrastro a Pedro que ya parece aburrido y que se da cuenta de que mi promesa no valía ya, porque el bichito de la curiosidad me había picado, y me dirijo al señor que atiende,
“señor”digo con un poco de miedo
“¿sí?”Parece un poco molesto
“¿Dónde pido un libro?”Digo con cara de inocencia
“¿Qué edad tienes?” pregunta con desconfianza
“soy menor de edad” digo, preguntándome si me dejarán pedir libro “estoy haciendo una crónica” a ver si con este argumento me dejan al menos visitar la sala de lectura
“¿Pero qué edad tienes?” me mira con cara de saber algo que yo no sé
”16” respondo con un poco de rabia, parece que mi estrategia de parecer alumna responsable no servía, nunca sirve.
“entonces no eres menor de edad” dice con una cara que me suena a picardía, y me explica que debo subir la escalera, meterme en un computador, buscar el libro, la sala de lectura está al lado y debo dejar mi mochila en unos lockers (iguales a los del supermercado).”La moneda se devuelve”, agrega, y arrastro nuevamente a Pedro, esta vez a los lockers, busco un locker donde quepan nuestras dos mochilas, pero todos los gigantes están ocupados y maldigo a los universitarios con trabajos grandes, le explico a pedro que tiene que buscarse uno, y pone cara de pena y dice que no tiene moneda de cien pesos, y le digo, con cara de: “esa memoria tienes que mandarla a reparar” que recuerde el vuelto del completo, entonces se pone a buscar desesperadamente en su pantalón y mochila y la encuentra , guardo mi mochila también, meto la moneda (recuerdo cómo la adquirí media hora antes cuando compramos un completo y me río un poco de lo enojona que fui) y cierro , guardo la llave, y subimos, Pedro con su pierna mala (maldice a los profesores de educación física por no hacerle precalentar) y yo la fumadora, supongo entonces que alguien en silla de ruedas no puede subir, llegamos adoloridos y cansados arriba, pero me quedo sorprendida al ver los computadores en medio de una sala clásica y gris.
Veo uno desocupado y trato de entender como pedir un libro por computador, le pido a Pedro que me diga un titulo o autor y me mira con cara de “no se me ocurre”después de varios intentos fallidos, busco por palabra (buscaba algo de Bataille, sobre el erotismo) y encuentro lo que busco, pero no sé qué se hace ahora, así que me dirijo a un mesón enano y un señor joven trata de convencer a las niñas de que el libro que buscan no aparece, entonces yo, que tengo la manía de meter la cuchara por si acaso sirve, le dije q creía que estaba mal deletreado y lo encontró, me preguntó que quería y le pregunte que me tocaba hacer y me dijo que hiciera clic en tal parte y luego copiara esos datos en una papeleta que me dio , el computador que yo había usado lo estaban ocupando las niñitas, entonces mire a pedro q miraba con rabia un retrato de la Gabriela Mistral que estaba colgado al lado de la puerta de la sala de lectura, y él me miró con cara de “estoy aquí, soportando el aburrimiento y la cara de la Mistral, sólo y únicamente porque te amo”, pensé que se merecía un beso y cuando abrí los ojos un computador se había desocupado hice todo el proceso de nuevo y pase los datos a la papeleta , fui al mesón y el que atendía me dijo q entrara a la sala de lectura y pidiera en fondo general el libro. Miro al Pedro con cara de pedir perdón por la hora, son las 5:01 y hemos demorado 30 minutos sólo en llegar al mesón y pedir el libro, miro mi reloj y me pregunto si valdrá tanto la pena ir hasta el centro a buscar libros, pero al entrar a la sala de lectura con carné y papeleta en la mano, me asombro del silencio y me doy cuenta de que si vale la pena cuando veo la tranquilidad que hay y el espacio.
Miro el piso de ajedrez y doblo a mano derecha, paso la papeleta en el mesón (que según el contador ha entregado 433 libros) y la señora me dice que este es el mesón de obras chilenas y que cruce, miro al Pedro con cara de que no se enoje y voy al mesón opuesto, mientras miro el carné en mi mano y recuerdo que me lo saqué hace mucho y me toca cambiarlo a final de año. Llego al mesón y una señora con cara de asco recoge el papel que le paso, me da una tarjeta plastificada con código de barra, la palabra estudiante y un número impreso, 867, el contador marca 855, le pregunto a la señora qué hago con eso y me dice que tengo que esperar a que me llame por número, que me siente y de ahí le entrego mi carné, me siento en una de las mesas verde botella con lámpara dorada de banquero, como de típica universidad gringa y miro al Pedro, pienso en su paciencia y en cómo miraba con ganas el santa lucía (a pesar de su pierna mala ,me había dicho antes de entrar que era capaz de subirlo 4 veces con tal de ver santiago desde arriba conmigo).
Sentada ahí, observo alrededor, veo estudiantes, son las 5:10, y me fijo en que a cada lado de la mampara de acceso hay un mural de colores chillones que distrae y no pega en nada con la biblioteca. Veo que Pedro me mira y le doy un beso, anoto algo en mi cuaderno , ya son las 5:20 conversamos algo y llego a la conclusión de que no vamos a avanzar nada , cuando veo que la mujer con cara de asco tiene en sus manos unas 10 papeletas y no hace nada para que nos lleguen los libros, le comento al Pedro y le digo que nos vayamos, le devuelvo la tarjeta plastificada a la señora y me mira como si le hicieran eso todo el tiempo, le doy las gracias y cuando vamos saliendo de la sala , Pedro me dice que le pase la llave de su locker, y le digo q no la tengo, no recuerdo haberla guardado, reviso mi pantalón porque sé que mi poleron tiene un hoyo por donde se me caen las monedas, y no la habría echado ahí, pero después de buscar por cuarta vez la encuentro y nos reímos, esta vez de mi memoria, cuando llegamos abajo, luego de volver a pensar en los inválidos y en cómo subirían para pedir un libro, pedro me vuelva a decir q yo tengo la llave , después de negarle q la tengo y revisar mis bolsillos, por su cara noto que me está “agarrando pa’l leceo”, se lo digo y se ríe , saco mi mochila y el la suya, luego salimos y cruzamos el salón que huele a café y donde suena música clásica, pasamos por la galería de cristal y me dice que le cayó bien Antúnez, me río y le muestro lo que dice Tellier, se ríe del comentario que dice que la leche asada es un postre con icebergs, dice que en verdad es así y me río, salimos al salón vuelve a hacer lo de la cortina y me río porque parece cabro chico y cuando vamos saliendo no está conmigo y miro y está abriendo una pequeña puerta y me mira como si hubiera visto algo interesante pero no me quiere decir que, sabe que soy curiosa y que voy a ir a ver , y voy, y se ríe cuando en vez de encontrar libros o un cadáver me encuentro un montón de cables, lo miro feo y le digo q nos podrían haber retado por eso, y la señora al lado nuestro nos mira horriblemente , se lo comento y se ríe, son las 5:43 y salimos de la biblioteca, en la escalera escribo en mi cuaderno lo que le voy a decir y predigo su respuesta
“¿vamos para la casa?” (Mi casa), le digo, esperando q me tome la mano y bajemos al metro, pero justo antes de entrar al metro le digo que predije todo ese trayecto, y se hace el enojado y me dice q no soy adivina y me trata de desviar y le digo que no, que si soy adivina y me hace caso y bajamos. De algo que sirva haber hecho tanta crónica, al menos para predecir el futuro.

Texto agregado el 05-07-2005, y leído por 156 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-10-2005 Bien, me encanto al principio, buena narrativa, como le falto pimienta al final. Bay. canelodos
 
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