Trady Banks salía a pasear por el bosque las mañanas soleadas cuando bien filtraba el sol entre los árboles. No estaba bien seguro, pero justo al salir de casa le pareció ver como si una bonita dama le sonriese tras uno de los ásperos árboles, esto le pareció sumamente excitante, e incluso muchos dirían que era una la ocasión perfecta para hacer nuevas amistades entre las hojas caídas del otoño. Pero, Trady Banks era homosexual.
Trady Banks Lee, que leyó su segundo apellido en un recorte del periódico, no había bien decidido que haría de aquella mañana, por lo que prosiguió por el camino marcado a la espera de cruzarse con algún joven perdido.
De pronto recordó que no había cerrado la puerta de su casa con llave, y que todos sus objetos personales podrían estar al alcance de cualquiera que quisiese entrar. Por lo que Trady Banks Lee volteó su bien fornido cuerpo y corrió en dirección a su domicilio, pero las prisas y las piedras depositadas estratégicamente en el camino no son buenas compañeras por lo que Trady Lee calló al suelo golpeando su barbillita contra una enorme roca, que la dejó sangrante y picada. Así fue su vida aquella triste mañana.
AL levantarse su rodilla izquierda le hizo someterse por un fuerte dolor, y su oreja izquierda había crecido un milímetro, nada que el ojo humano pudiese percibir.
Ya no recordaba que hacía en medio de tantas hojas secas. Y el naranja intenso, el nuevo color de sus ojos, despertaba un sentimiento muy difícil de describir.
"¡Quiero viajar a uno de esos lugares dónde no hay nadie, y la gente se pierde entre hojas secas!" Increíble, alguien gritó a escasos metros de Trady Banks Lee, y volvió a voltearse violentamente, esta vez no calló a suelo, pero sí perdió el equilibrio unos segundos y le nubló la vista impidiendo reconocer al joven que le espiaba.
- Espíame sórdidamente si eso es lo que quieres, ¡No aguanto tu insensatez!. ¡Déjame verte, si eres hombre!-únicamente si eres hombre quizás debió añadir- y pide disculpas después.
No hubo respuesta por parte de un espejismo insubordinado, obviamente.
"¿Quieres verme?" se oyó de nuevo, a espaldas de Trady Lee.
Trady Lee giró de nuevo y contestó:
- Te advierto que estoy lejos de casa, ensangrentado y rodeado de piedras, estoy asustado y puede que bajo los efectos de algunos medicamentos.
"¿Te Gusto, estoy excitándote?" se oyó seguidamente.
- Aún no puedo decírtelo puesto que no he visto tu cara, no me hagas decir cosas de las que luego pueda arrepentirme.- Trady Lee concluyó así la conversación, puesto que no obtuvo respuesta más que el canto de los pájaros que no habían dejado de burlarse de él.

Trady Lee caminaba ahora más solo que nunca por los espaciosos caminos del bosque naranja y de pronto dejó caer algo a sus pies que ni mucho menos le hizo levantar la vista hasta tres segundos después.
Era su felicidad, que la había andado buscando tanto tiempo.
Corrió tras los arbustos, y él la siguió, corrió tras los árboles y él la siguió. Finalmente la perdió de vista, y regresó a casa sin ella. Y en sus pasos crecía el amargo lamentar de un hombre solo que lamentaba todo cuanto le rodeaba. Que lamentaba cualquier peldaño en su casa, que lamentaba quedarse solo, preocupándose por nada, en el sentido figurado de la palabra.