Como el único sol en nuestra galaxia
como el único liquido para subsistir
Resaltabas en medio de ese jardín.
Cada mañana extendías tus pétalos
con intenciones de apropiarte del sol
y el tan orgulloso de tu belleza
te abrazaba con los cálidos y delicados rayos
para adornar el jardín con tu presencia.
Andando por las tardes coqueteabas
y el brillo de tus ojos,
con el color de tu piel canela combinaba
El canario en la ceiba trinando justo en el ocaso del sol,
las cristalinas aguas entre las rocas,
los verdes pastizales con sus miles de especies de insectos,
la luna reflejada en los lagos y lagunas por las noches, tenían congruencia,
al igual que el aire por tus pulmones,
la sangre por tus venas y tus pasos para llegar a casa.
Una tarde te alejaste de tu pueblo con la compañía del canario
y te paseaste por calles desconocidas, queriendo conocer cosas diferentes,
tus pupilas vieron la crueldad de unos con otros, y la sensibilidad de tu alma hizo brotar el llanto de tus ojos.
Una silueta brindó su hombro para desahogar tu dolor
confiada por su apariencia aceptaste sin resistir,
mientras introducía la miel de sus palabras falsas por tus oídos.
Cayó la noche, el camino hacia tu pueblo se perdió,
mientras la silueta a tu canario devoró, quitándote el acceso hacia tu pueblo
y adelantándote el derecho a ser mujer, tus pétalos caídos perdieron su brillo mañanero,
por primera vez sentías la fría madrugada en el color ahora opaco de tu piel,
experimentaste el dolor y ahora te sumergías en un nuevo mundo de responsabilidades y toma decisiones, por que aprendiste que es la única manera de seguir.
Ahora caminas por las calles, como felino ciscado ya no te importa lucirte,
el brillo de tus ojos aún sigue, pero con otra intención, por que descubriste un acceso donde aún puedes realizar tus sueños que a tu canario le contabas en esas tardes de ocaso y descubriste que los mejores recuerdos de tu infancia son tu mejor base para alcanzarlos.
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