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Ella salió.
Sus mejillas estaban húmedas.
Su piel se hallaba fría como nieve.
Su piel estaba blanca como leche.
Una luz blanca la enterneció, dejó al descubierto su rostro.
Sus ojos de mar se aguaron, no podía creer que tal hermosura existiera.
Lloró.
Se lamentó por no haberse dado cuenta antes.
Todas las noches la Luna salía,
alta y soberbia y se ponía a disposición de los dulces amantes,
de las tristes doncellas que mueren de pena.
Extendió sus haces de luz.
Le acarició el rostro.
La envolvió con polvo de estrellas en una hermosa danza, duró un minuto pero fué eterna.
La joven lloró otra vez.
No, no era eso lo que su alma pedía.
Sin opacarse su luz, se entristeció. Lo había entendido, no podía ayudarla.
Agua de plata mojó la tierra, humedeció las hojas que agonizan al ser despojadas de sus ramas.
No, la joven no soñaba.
La Luna con sus lágrimas acompañó el dolor de aquella jovencita.
El fin se acercaba.
La profundidad de sus ojos se cerró.
La Luna lloró, desconsolada esta vez.
Los lobos aullaron
y las estrellas...esa noche no brillaron. |
Texto agregado el 04-07-2005, y leído por 164
visitantes. (4 votos)
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Lectores Opinan |
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01-06-2006 |
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Es un texto mucho más poético que narrativo; aunque sin duda expresa bien lo que se quiere expresar. bruja |
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04-07-2005 |
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dulce comienzo, triste final, me encanto.... es la vida del que cae en la cocaina dark_vzla |
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