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Ramiro echó una rápida ojeada al velocímetro, vio que indicaba 175. El reloj digital marcaba las 2.15 hs. PM. La autopista era nueva, dos amplias manos de ida y dos de vuelta. Si bien el cielo se hallaba encapotado, la visibilidad era buena. Le dio una profunda pitada a su Camel y pensó por millonésima vez en los dos últimos años, que debería dejar el maldito hábito de fumar. Al menos mientras manejaba. Además ese dolorcito en el medio del pecho, que iba y venía, ya lo tenía lo suficientemente preocupado como para no ir al médico.

El cartel amarillo con una flecha negra le indicó curva a la derecha, pisó el embrague y metió la cuarta sin pisar freno. El motor se llenó de vueltas, con música de rebaje, las ruedas disminuyendo sensiblemente la velocidad, se aferraron al pavimento haciendo doblar el auto suave, equilibradamente. Salió de la curva piso el acelerador y volvió a poner la quinta. Otro cartel, verde con letras blancas, le informó: Dolores 18 Km.

La FM de la autopista interrumpió un programa musical para comentar a los viajeros por ruta 2 de los inconvenientes en el camino: hacia Mar del Plata en Km. 299, cerca de Las Armas, un micro de larga distancia se hallaba detenido en banquina por desperfectos; en el Km. 195 próximo a Dolores, ruta en reparación en la mano hacia Buenos Aires, circular despacio, y otra vez la música, ligera y pegadiza. Ramiro volvió a chupar su cigarrillo, miró de reojo a un Peugeot 405 que estaba sobrepasando. Se dijo que era hermoso manejar en ruta, mucho más, un buen auto como el suyo.

Viajaba con los vidrios levantados, el aire acondicionado en punto mínimo con una temperatura muy agradable. Estaba “en automático” como le agradaba decir cuando manejaba disfrutando de sus pensamientos, de la música y del paisaje. Con magnífico estado de ánimo, absolutamente satisfecho de sí mismo y de las circunstancias que lo rodeaban, Ramiro pulsó el control del levanta vidrios para tirar el último pucho de su vida.

-¡No puede ser!
Natalia se repitió por centésima vez desde que saliera de Mar del Plata, -¡No puede ser!, si llega a ser cierto, ¡lo mato!…, ¡lo mato!...
Apretó con fuerza el acelerador, la aguja del cuadrante marcaba 160 Km. por hora, velocidad que para el viejo BMW, era mucha. La música era agradable, pero Natalia no la escuchaba. La tormenta de sus pensamientos, tampoco le permitía escuchar el informativo de la FM de la autopista, repetido de tanto en tanto como una monocorde cantilena: el micro detenido en Las Armas y la reparación de ruta en Dolores.

Natalia era temperamental y nerviosa, manejaba bien pero no disfrutaba del auto. Para ella solo se trataba de una cosa útil para llegar antes a destino que le permitía evitar las incomodidades inevitables en medios de transporte. Tampoco le importaba el paisaje ni la temperatura. Ni siquiera notó que había pasado sin aminorar la marcha frente al puesto caminero policial de Dolores y que el oficial de guardia se había asomado tratando de leer la matrícula.

El mismo oficial que un rato más tarde diría sacudiendo la cabeza,
-Seguro que fue el BM..., antes de subir a la camioneta y ordenar por radio el envío urgente de una ambulancia.
-No puedo creer que Alfredo me esté haciendo algo así, no puede ser cierto… repetía mientras algunas lágrimas comenzaban a aflorar.

La amplia curva llegó como esas inoportunas visitas que se presentan en el momento menos pensado, que por otra parte, es la forma en que suelen aparecer las curvas cuando se viaja ligero. Además, había un banderillero canalizando el tránsito hacia la mano interna pues un tramo de la otra se hallaba inhabilitado. Pero Natalia consideró con rabia que esa doblada porción de pavimento y un estúpido operario vial no iban a demorar su llegada a casa. Su enfrentamiento con Alfredo, las aclaraciones y la recuperación de su amor al precio que fuera. Volanteó hacia adentro eludiendo al hombre, que arrojando la banderilla saltó a un costado. Cuando iba a enderezar el volante un seco estampido seguido de un fortísimo tirón de la dirección la arrancó de su ira. Antes que pudiera intentar algo, sobrevino el violento impacto contra el guardarail. Vio como la autopista, increíblemente, giraba 180 grados hasta colocarse en el lugar que antes ocupaban las nubes, pero mucho más abajo, para luego caer hacia ella a una velocidad fulminante. Su grito desgarrador fue apagado por otro estampido y por el simultáneo relámpago que la cegó, hundiéndola en la oscuridad

Ramiro miró el reloj, marcaba las 2.19 PM, bien… bien, pensó, a este paso entre cuatro y cuatro y media estoy en Mar del Plata. En cuanto llegue la llamo a Julia, y la imagen de su esposa e hijos pasó fugazmente por su mente. Pero no con la nitidez con que los vería unos segundos mas tarde, en esa infinitesimal fracción de tiempo que media entre el primer impacto, cuando los metales se estrujan como hojas de papel haciendo estallar los cristales en miríadas de minúsculos fragmentos, y el segundo golpe, que es el que da el conductor contra la carrocería ya deformada.

Se preparó para ingresar a la amplia curva peraltada, despejada, linda para pistear, se dijo. La tomó como venía, bien afirmado en el asiento, con los brazos estirados, las manos aferrando firmemente el volante, acompañando la curva con leves movimientos de volante. En tanto, veía como por la mano contraria, del otro lado del guardarail, avanzaba rápidamente un auto oscuro. -¡Epa, casi se traga el banderillero!, advirtió alarmado.
Cuando aún no había terminado de procesar esa imagen lo vio inclinarse hacia la empalizada, chocar contra ella, e iniciar un vuelo invertido hacia la mano por la que él transitaba, instintivamente volanteó hacia fuera. Comprendió que el otro auto, estaba justamente en su ruta, entonces clavando el freno con desesperación y todas sus fuerzas volvió a doblar la dirección hacia adentro. Unas vacas lejanas girando como si formaran parte de una gigantesco carrousell, le indicaron que había entrado en trompo. Con las manos sudorosas apretando el volante, vio al bólido oscuro abalanzándose hacia él, como un ángel de la muerte, a unos 300 km. por hora.
Luego lo envolvió la negrura de la nada.

Alfredo, en su departamento de Belgrano, comprobó en el reloj de pared de la cocina que eran las 14.30. El mismo que había mirado una semana antes para decirle a Natalia,
-Apurate con ese bolso, todavía tenés que cargar nafta y vas a agarrar todo el calor de la tarde en la ruta, a lo que ella respondió con sorna,
-Que interés tenés en que me vaya…¿no?

Esas dos semanas iban a ser unas vacaciones para la relación de la pareja, pero ahora mientras enjuagaba su plato luego de almorzar un churrasco con ensalada, sentía que debía haber ido con ella. Que mas allá de las eternas discusiones, de los celos y de las dificultades era su compañera en la vida, que la quería y la necesitaba. Ayer esa arpía de Marga, que la va de mejor amiga, se asomó a la confitería cuando yo estaba sentado con la mujer de Carlos, recordó. La estúpida se hizo la que no me había reconocido, pero seguro que enseguida la llamó a Natalia a Mar del Plata para contarle una versión ampliada y malévola para amargarle el descanso Lo que no vio fue que Carlos estaba con nosotros y que había ido al baño. Así que se va a tener que tragar su lengua venenosa.

Julia entró a su departamento, luego de dejar a los chicos en el colegio. Las agujas de su reloj de pulsera marcaban las 14.36. Estaba acostumbrada a estar sola porque Ramiro viajaba mucho. ¡Ese loco!, lo importante es que siempre vuelve, se dijo. Se recostó en la cama dispuesta a echar un sueñito. Ramiro me llamará ni bien llegue a Mar del Plata, pensó antes de quedar dormida.

El helicóptero policial volaba en círculos a unos quinientos metros de altura, sus dos ocupantes miraban atentamente hacia abajo. Desde esa perspectiva se apreciaba una inmensa alfombra verde surcada de norte a sur por una doble cinta plateada con un gran parche multicolor hacia el sur, que era el casco de la ciudad de Dolores. Perpendicularmente debajo de ellos en medio de la ruta los dos coches integrados en una sola masa de metales formaban una escultura surrealista. Muy cerca, la ambulancia, el móvil policial, y una camioneta de bomberos, algunos de ellos se movían alrededor. Una larga fila de vehículos, controlada por la policía, cruzaba lentamente el lugar por la banquina, sus ocupantes contemplaban la escena con respeto y un poco de morbosidad. La FM había interrumpido su programa musical e informaba: micro detenido en Km. 299 cerca de Las Armas y accidente en Km. 195 proximidad de Dolores, mano hacia Mar del Plata, circular con precaución.

-Aquí unidad aérea XW32 de Regional 2ª de La Plata llamando a base. Estamos sobrevolando zona del siniestro en Km. 195 de ruta 2, colisión entre un BMW y un Mondeo, el primero reventó un neumático en plena curva y voló sobre el guardarail. los dos volcados. La unidad móvil del destacamento de Dolores se halla en el lugar, ya establecimos contacto radial. También hay una ambulancia. ¿Víctimas? Dos, hombre y mujer, uno en cada coche, ¿Sobrevivientes? Negativo. Cambio y fuera.


Texto agregado el 03-07-2005, y leído por 703 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
28-07-2009 Crónica de un accidente. Muy bien narrado, sin morbo. Pensé que no me iba a gustar, muchos hemos pasado por éstas cosas, pero me quedaron ahí dando vueltas tus imágenes. marea-rioplatense
19-05-2009 muy bueno,atrapa y conmueve ,me mantuvo atrapada ******* shosha
03-10-2006 Potencia, acción; absorbente relato, contundente final. Te sentí tan libre en este cuento. 5 y media* regina_mojadita
02-10-2006 excelente texto, muy bien enlazadas las historias.. perfectas las descripciones dedes el helicóptero policial sorias
14-12-2005 Realmete, muy bueno. Me gustó mucho. Omar lord_henry
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