Réquiem por Valparaíso
"Si usted pudiera leer en mis ojos
lo que mis ojos leyeron..."
Sabría que existió un punto de luz
adonde el océano llegaba,
transportando buques enormes,
buques de guerra, remolcadores,
barcos pesqueros, barcazas,
botes de paseo, lanchas y catamaranes...,
gaviotas, pelícanos, marineros borrachos...,
viejos marinos ebrios de alcohol y de canto,
buscando el amor entre sus recuerdos
de puertos lejanos... Faros a medianoche
en medio de la niebla,
molo, dique y ascensores
columpiándose en los cerros...
La Historia estaba escrita
en cada piedra, las escaleras
que llevaban al cielo, casas enraizadas
en la agreste tierra, en la laberíntica
geografía, rasgando el viento
y a un palmo de las estrellas...
Entonces el futuro era el amplísimo
horizonte del Pacífico,
y, la vida, la aventura
a través de los dédalos caleidoscópicos.
Todo podía ser..., y era. Lo mágico,
lo irreal, lo que se encontraba
todos los días entre los cementerios,
y los terremotos, tesoros naturales
en el temporal y los incendios,
entre los fuegos de artificio y los cañonazos,
entre volantines y sábanas al viento,
quemando al Judas contra el tiempo,
y, el 29 de junio, la Procesión de San Pedro
bendiciendo la pesca,
llenando de salobres flores las olas picadas,
palomas, gorriones y levas de perros
en prosecución de su devenir continuo,
hondas, cartuchos para las cerbatanas,
descolgarse y trepar, soñar, jugar,
volar, observar silenciosa,
reverentemente el mar...
Porque todo estaba allí, Dios, el Diablo,
los fantasmas y las brujas,
los prostíbulos encubiertos, las casas de juego,
las fiestas homosexuales, las iglesias católicas
y los templos protestantes en todas sus divisiones,
pastores y curas, poetas enamorados del
magnetismo fantástico, filósofos trashumantes,
enloquecidos espectros, devotas milagrosas,
fervorosos delirantes, locos filántropos,
las canchas de deporte, la Armada,
las plazas y plazoletas, los troles,
las antigüedades, las leyendas bucaneras
y los Bancos coloniales,
Paseos a medialuz, enamorados
rehuyendo el público, vino y cognac,
aguardiente templando los fríos húmedos,
té y café, emociones a flor de piel
que no encuentran su razón hoy, aquí.
Mas, esta no es toda la verdad
y es demasiado tarde para recular;
los burros y el lechero, los botelleros,
el Viejo del Saco, el Hombre Lobo
y el Hombre Pájaro, los borrachos
y los desquiciados de siempre,
nacimientos y muertes,
Open Door y antiguos Hospitales,
pozos añejos para bomberos,
boites y fuentes de soda abiertas hasta el amanecer...
Pero, de pronto YA VIENE YAKARTA
y los Infantes llamaban a la población
a recluirse en sus casas,
era el fatídico Toque de Queda,
el horroroso Estado de Sitio nazi.
Era la muerte, las cacerías y las detenciones,
asesinatos masivos, torturas en alta mar, el Lebu,
denuncias, allanamientos sorpresa,
nocturnos pájaros del odio y la locura.
Era el miedo, el dolor, la incertidumbre...
El corazón latiendo a un ritmo desacompasado.
Fue la bruma y el duelo más largo del Puerto.
La sombra se apegó a las murallas,
las caminatas se hicieron de puntillas,
los ojos esquivaban las miradas,
las sirenas portuarias se volvieron lúgubres,
una letanía fúnebre,
y la nostalgia subió desde la costa
hacia los cerros...
Emigró la gente buscando latitudes
más templadas, más humanas, el dolor
se quedó colgando
de los cerros abandonados de Valparaíso.
Ni perdón ni olvido:
Juicio y Castigo
a los culpables.
Nadie borrará la sangre
ni las sucias y oscuras
manipulaciones de dólares yanquis y vidas humanas;
nadie tapará los cruentos hechos descubiertos;
nadie perdonará las violaciones
a los Derechos Elementales del Ser Humano;
nadie quebrantará la Promesa y el Juramento
al haber visto y haber oído el nombre de la Traición rastrera;
y se reclamará por todo lo desaparecido,
lo extinguido, lo mancillado,
se acabará el Silencio
y habrá Esclarecimiento y Justicia.
Hoy, desde este punto,
cercano a la Cruz del Sur,
quiero encender de nuevo la luz
y el color, la fuerza
pujante del hombre de mar,
del pescador, de la artesana, de la enfermera,
del poeta marítimo y esencial,
sacar la claridad, desde lo hondo,
de este añejo puerto
que soportó el maremoto
de la muerte y la inconciencia.
"Si usted hubiera visto por mis ojos
y sentido por mis sentidos,
querría, sin duda, lo mismo:
resucitar la poesía y la verdad
y aferrarse al Sol y a la alegría,
encumbrando esperanzas
desde un mirador panorámico..."
Y, sin embargo..., desde lo hondo de mi,
quisiera esa pacifica amistad,
no manchar mis manos, ni las manos suyas,
con la sangre asesina, genocida;
tal vez, cerrar los ojos y pensar
que nunca fue mil novecientos setenta y tres...
Y que a ninguna parte del mundo llegó
nunca esta Historia.
María Luisa Landman R. |