La noche había cedido paso al día hace mucho rato. Aun sin abrir los ojos pero con plena conciencia de estar en una cama que no era la mía sentí un brazo abrazar mi cuerpo. El brazo de otro cuerpo que dormía a mi lado.
Empecé a recordar todos los hechos de la noche pasada.
Veníamos de Nueva York. Dan y Sally discutían, como siempre, en la parte de adelante y yo aproveché la comodidad del asiento trasero para tomar una siesta. Entre divagaciones de mi mente, mitad dormida, mitad despierta, soñé con el.
Estábamos sentados en un sillón verde, en una atmósfera oscura y lúgubre de antigüedad y vino. Hablábamos de algo y mientras el me seducía con palabras sutiles yo le respondía con miradas no tan sutiles. Luego pasaba mi pierna por encimad de su cuerpo para quedar sentada en sus piernas, de frente a él. El me abarcaba con sus brazos y nos besábamos apasionadamente.
Me desperté un poco acalorada por el sueño y busqué mi teléfono con la esperanza de encontrar que él me había llamado. No había llamadas perdidas así que lo puse en mi bolsillo esperando que en cualquier momento sonaría.
Cinco minutos más tarde, llamó…
Empezamos a hablar de todo un poco, yo me reía, él me decía que definitivamente teníamos que salir a conversar, que le encantaba mi energía. Empezamos a planear cuando salir a tomarnos unos vinos y al cabo de unas horas de teléfono y otras de ansioso viaje nos encontramos en una esquina de Albany.
Una mano recorriendo mi cuerpo me saca de mis pensamientos y me volteo hacia él para responder a esa caricia que se vuelve más intensa entre mis piernas y me lleva al límite una vez más.
Volvemos a quedar aletargados de cansancio y placer y mi mente vuelve a traer los recuerdos.
Nos tomábamos unos vinos en un bar donde él hablaba con todos y yo lo miraba, un poco sorprendida aún de estar ahí, con él. Al cerrar el bar salimos a caminar un poco ebrios de vino y de nosotros mismos. Entramos a unos cuantos bares más hasta que finalmente nos dirigimos a su casa.
Mientras cruzábamos el parque él se tiró sobre la hierba.
-Ven
Y sin dudarlo me tiré sobre la hierba húmeda y fría del invierno, a su lado.
Mirábamos la luna, los árboles y la noche. Nos abrazamos para olvidar el frío. El acariciaba mis labios, mi cara, y finalmente nos besamos dando vueltas sobre la hierba mojada.
Al llegar a su casa nos sentamos a escuchar música y a tomar más vino.
Justo antes del amanecer entramos a su cuarto y mi ropa fue a dar a algún rincón de su desorden. Me embriagué con el olor de su pelo, con sus manos exquisitas, con su deseo de mi.
Finalmente abro los ojos y veo como aun duerme, pero ni en sueños desea soltarme. Acaricio su rostro y me quedo dormida a su lado dejando que el día nos pase de largo. |