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Mi corazón latía por ti con una intensidad tan grande que a veces me asustaba. Ese flujo y reflujo de sangre transitando por la multiplicidad de arterias y venas, repetía acompasadamente las sílabas de tu nombre y tenía la facultad de elevarme a las máximas alturas cuando capturaba una sonrisa tuya. En cambio, mi sangre era un estero de aguas mustias cada vez que tu indiferencia, tu mudez –¡ah Dios, tu mudez! acicateaban mi angustiada imaginación, inventándote palabras que en verdad nunca coincidieron con las razones que luego me diste mientras acariciabas mis labios con tus dedos cálidos. Aprensivo corazón el mío. Cuando estabas en mis brazos, la mecánica de sus latidos recuperaba esos compases casi marciales y el estero ya no era estero sino un caudaloso río que invadía mi geografía invitándome a gritar sin medida ni recato todas esas palabras que nacen de la euforia amorosa.

He allí tu corazón y el mío dibujados en este viejo árbol de la querida plaza, lugar sacrosanto en donde prometimos amarnos con una intensidad desconocida hasta entonces por la raza humana, sentimiento frenético traducido en semanas completas borradas de mi memoria gracias al embrujo de tus deliciosos besos, saboreados intensa y desesperadamente por mi boca ansiosa, adicción mutua con la cual aprendimos a decirnos te quiero de mil maneras hasta que la sensatez golpeó la puerta y regresamos a este mundo tan aterido y tan falto de caricias. Éramos los únicos, los descubridores de una nueva forma de amar pero fuimos egoístas con el entorno y a los pocos días regresamos a nuestro santuario para devorarnos con la pasión más intensa y la desvergüenza más genuina. Más tarde nos cobijamos en nuestro cuarto y allí dibujé mis deseos sobre tu piel virgen, nuestros hijos, los adorados seres que consumarían esta relación, limitaban con el lunar que relucía en tu cuello y la felicidad estaba a pocos centímetros de tu ombligo, allí donde el deseo tomaba la vía rápida hacia la consumación de nuestra dicha. Todo tu cuerpo dibujado con la tinta del deseo, era después lamido con mi hambre perruna hasta dejarte la piel tan limpia y reluciente como si fueses una maravillosa estatua de marfil.

Mi corazón se resintió y sufrió un golpe mortal la tarde en que saliste de mi vida. Nada importaron nuestros pactos y secretos, más bien te sirvieron para ponerlos en práctica con otro que no era yo, ganaste experiencia a costa mía y yo, en cambio, languidecí hasta llegar al extremo de postrarme en mi lecho por semanas enteras. Después supe que este compañero que bombeaba cada vez menos sangre, estaba en realidad herido de muerte e intuí que tú tuviste mucha culpa en ello. Al borde de la agonía, supe que me lo arrebatarían de mi pecho, acaso para sacarte a ti también de mi recuerdo. Te dije, pues, adiós en medio de una infinita pena que también alcanzó para llorar a este compañero mío que se iría a la tumba antes que yo.

Hoy late en mi pecho otro corazón. Él reparte la sangre por mi cuerpo como purpúreo néctar de vida. En realidad, la fuerza ha regresado a mis brazos y piernas y a veces me dan deseos de incursionar por aquellos lugares, que por mucho tiempo evité siquiera recordarlos. Nace en mí una nueva esperanza, este compañero es poderoso y me insufla grandes porciones de vida en cada uno de sus latidos.

Aún así, no sé si esto que me sucedió fue un sueño, pudo serlo, no estoy seguro, pero recuerdo haber sentido tu aliento acariciando mi rostro y de inmediato mi flamante corazón se alborotó como cuando estabas junto a mí. Entonces supe que nunca, nunca me deshacería de ti, aunque me desbaratasen por completo, aunque me rehicieran átomo por átomo y colocasen en mi pecho una simple bomba mecánica. No sé si fue un sueño, no lo tengo claro, sólo recuerdo que cuando tuve conciencia, dos gruesas lágrimas resbalaron por mis mejillas…































Texto agregado el 02-07-2005, y leído por 387 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
04-07-2005 opsss..que placer encontrarte Guiduchi, donde sea pero siempre leerte es como.. una brisa fresca un tórrido verano piquitos de miel gaviotapatagonica
03-07-2005 Extraordinario relato de una historia de desamor. No sé si fue un sueño o un desvelo pero siempre haces que sea un placer leerte. Estrellas para ese corazón. entrelineas
03-07-2005 excelente texto, una vivencia dolorosa muy bien narrada... mucho ritmo, muy emotivo. te felicito. ***** peinpot
03-07-2005 El gran amor que llega, el gran amor en el olvido, una experiencia que tantos hemos vivido. En tu estilo narrativo transformas el vocablo y tu sentir, es como una loca geografía de torrentosas corrientes. Excelente, hermoso texto, una forma diferente de relatar el desamor. Mis cinco estrellas. Ignacia
02-07-2005 Nosé si esto que sucedió fue un sueño. Pero sí tengo la certeza que siempre me agrada leerte. Te admiro. ***** y un abrazo inmenso. Shou
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