El grueso abogado entró a la habitación donde esperaban todos con caras triste y sus manos con las uñas destrozadas por el nerviosismo del que habían sido partícipe algunos días atrás.
El hombre de aspecto serio dejó un maletín de cuero rojo sobre la alargada mesa y abrió con un toque de suspenso para sacar una carpeta negra. De su interior sacó unas hojas escritas a mano.
- Como ya saben se dará inicio a la lectura del testamento del difunto Carlos Méndez. Procederé a leerlo sin alterar ninguna parte de lo que él dejó escrito. En sus respectivos lugares hay copia del testamento para que puedan seguir la lectura conmigo. Se les ruega el mayor respeto. Esto dice así:
Afinando la garganta y tomando las hojas con las dos manos el abogado Urrutia comenzó con la lectura.
“Aunque no estoy aquí puedo imaginarme la situación: mi abogado leyendo estas letras, ustedes siguiendo los pasos de mis frases impacientes por saber que parte de mi frondosa herencia les ha tocado.
Este documento lo escribí pocas horas antes de mi muerte; cuando mi doctor llegó y me contó lo de mi muerte me dispuse a dejar mis posesiones más valiosas como recompensa por todo los que han hecho por mi, ustedes, mi hermosa familia.
Para qué seguir dando la lata con esa explicación que no sirve para nada, creo que ya la mayoría de ustedes pasó a la segunda parte para leer lo que les dejo. Espero que no se les haya caído la cara.
Como ustedes saben yo siempre fui un hombre muy sencillo que trataba de dar lo mejor de sí.
.- Para Carla, dejaré todas las caricias y momentos de comprensión que no pude entregar cuando estabas sola en tu cuarto llorando, mojando tu almohada. Siempre estuve allí, tras la puerta, con el corazón apretado de dolor. Nunca me hice ánimos de entrar porque sentía miedo de que lo tuyo fuera muy fuerte para mis cansados sentimientos. También dejaré la caja que se encuentra bajo mi cama con todos tus trabajos, todos los que hiciste para mi cumpleaños, santo y día del padre.
.- A Antonio le dejaré todas las pelotas que alguna vez le reventé en mis ataques de histeria al sentir que rompías el costoso jarrón nuevo ( regalo de aniversario ) del salón otra vez.
También te dejaré las miles de palabras que nunca te pude dar; como por ejemplo las que les da un padre a su hijo cuando hace su primera comunión, o cuando siente el primer revoloteo de mariposas en el estómago. También dejaré, al igual que a tu hermana, todos los trabajos que haz hecho para mi.
.- Para mi hermana y su esposo no dejaré nada más que un simple adiós. Para mi cuñado un fuerte apretón de manos con la mejor intención. Si ustedes quieren saber porqué lo hago, la respuesta es muy sencilla... ustedes nunca estuvieron aquí, ni para los cumpleaños, bautizos, aniversarios ni fines de semanas desperdiciados. Lamento ser tan franco... pero lo que no digo ahora no lo volveré a decir nunca más.
Creo que aquí termino con todos los miembros de mi familia, excepto mi mujer que tiene una hoja aparte para ella y nadie más. Sugiero que te dirijas a leerla a tu pieza.”
La mujer tomó su pedacito de hoja escrito a mano y fue a su habitación en silencio. Se sentó en la cama y desdobló la hoja.
“Mi amor:
Todos estos años juntos no han tenido igual. Siempre fuiste la primera en mi vida, amaba cada parte de ti y tu entorno. A veces me quedaba despierto largas horas mirando tu rostro dormido y tan angelical que se une a esa silueta que me desvelaba cuando no estaba cerca de mí.
A ti, te dejaré todo. Todo... mi cuerpo inerte, mi amor, mis muertos sentimientos, mi casa, mi bosque, mi mundo, mis hijos, mi abogado, hasta el perro del vecino y todos mis ahorros. También dejo los besos que no te di cuando salía a trabajar o los que te debía las noches en que peleábamos. Lamento no haberte dicho nada antes de mi muerte, pero no pude hacer nada... esta hoja que esta escrita con mi puño y letra también te la dejo para que no sientas que no pienso en ti.
Aparte quiero dejarte un lugarcito en el cielo, cerquita mío, en la nube siguiente.
Te amo con toda mi vida y mi muerte.”
La viuda estrechó contra su pecho el frío papel y derramó las últimas lágrimas de la noche mientras la luna amarilla corría tras las nubes que la saludaban sonrientes.
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