Entre malezas y robustos troncos camino, y me escondo.
Observo.
Me arropo con la sombra. Sigiloso, temerario.
Deseo.
Y tu atraviesas ésta extraña selva que ahoga el follaje y sumerge la quietud, los sonidos del agua, la limpidez del aire. Densa y múltiple selva.
Mis garras bullen, mis ojos se crispan, el eco del latido apaga el silencio.
Y salto.
La luna me persigue y me presenta. Animal, delirio de mi naturaleza. Tumbo tu cuerpo con el deseo chorreando en mis garras, ¡esa energía!. ¡Todo se mueve!... los latidos, el perfume inacabable, los caminos de la sangre, el sudor y sus dibujos. Lo estático no cuenta en esta tierra.
Suspiras por más vida y te inyecto mis colmillos colmados de sed, de un hambre inexplicable eterna e infinita.
Navego en tu trémula piel, la limpio y la empaño con mi aliento, la mirada arrastra olvidadas dimensiones. Abrimos los ojos hacia lo oscuro rasgando la noche del cuerpo. Suspiras, buscando una expresión, las palabras no nos pueden ayudar, otra vez se han fugado al silencio.
¡Todo se mueve hasta desaparecer el alrededor!
Invocas, me pierdo, me llamo y no quiero encontrarme. Y desgasto cada uno de tus miembros, base de mis dibujos y líneas inconscientes, móviles ocultos, origen de mi ansiedad. Desgarrados como puertas, umbrales, voy, me desplazo... ¡entra en mí!...queriendo saciar lo insaciable.
Lo efímero se levanta, se impone, aunque esas huellas de tiempo no mueran del todo. Aterriza el vital silencio y de nuevo me deslizo elegante, solitario y nocturno a mi lugar a esperar el retorno, siempre observando.
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