El Descenso de Práxedes.




Ahí está Práxedes. Despierta por la mañana en un cuarto inmenso y claro, abre sus ojos violeta y se levanta lentamente de la cama donde se acostó vestida. Lleva un uniforme azul oscuro y cuello blanco, medias verdes y falda negra. Ata los cordones interminables de sus pequeños zapatitos con desmesurada lentitud, y con gesto de sorpresa y desconcierto temeroso en la mirada se mira en el espejo. Luego, fija sus ojos en el reloj, son las 39:74, ya es tarde, pero es como si fuera el principio del mundo, la luz, los pájaros cantan, Práxedes viendo cada cosa como si fuera la primera vez... y va hacia la puerta de su cuarto, coge la manilla, intenta abrir y la puerta está cerrada, vuelve a donde estaba, va al velador, coge la cinta adhesiva, corta un trozo, lo pega a su boca, intenta hablar y no lo logra, vuelve a donde estaba, va hacia la puerta de su cuarto, coge la manilla, intenta abrir y la puerta se abre, Práxedes avanza por el pasillo, llega a la cocina, bebe un vaso de leche, va a la puerta de calle, coge la manilla, intenta abrir y está cerrada, vuelve a donde estaba, va a un perchero, coge un pañuelo negro, se lo ata a los ojos, intenta ver y no lo logra, vuelve a donde estaba, va hacia la puerta de calle, coge la manilla, intenta abrir y la puerta se abre, y con la seguridad de mil veces repetido va por la vereda a trabajar, a su oficina.