LIDIA
-Mira, trata de entender. Yo sé que ella es tu amiga, yo entiendo que la quieres mucho, pero no se trata de eso. Lo que sucede es que Lidia tiene un demonio en su interior, ¿me entiendes?, que no la deja vivir, por eso escucha esa música, porque está tratando de escapar…
No es posible explicar nada, no es posible decirle que no entiendo lo que pasa, no puedo decirle que esa niña está sola, enormemente sola, no puedo decirle que ni ella sabe qué es lo que quiere, no puedo decirle que él tampoco basta, que su cariño no basta, que es como si fuera impermeable a todo, que está sola, no hay manera. Detrás de ese silencio decepcionado y confuso está eso que sus ocho años no pueden comprender, eso que la ciencia intuye, eso que es como hacer como que sabemos, pero todo eso es mentira, todo es una suposición, realmente no sé qué le pasa. Realmente no sé qué busca, no sé si en verdad busca algo. Quizá ese algo esté entre las guitarras eléctricas, en las voces fingidas, en esas letras en inglés, no sé, enfundarse en las científicas palabras cada vez sabe más a placebo, a apacible venda para no ver ese vacío enorme de la incomprensión, algo que debe ser como lo que Lidia siente, lo que Lidia ya no nos podrá explicar jamás. Y nosotros suponemos, jugamos a saber. Lidia se pierde en la oscuridad, Lidia pierde el contacto con los demás, ¿lo tuvo?, Lidia tiene una patológica mirada decadente de las cosas, ¿o será que ella sí sabía la verdad? El cura y aquellas flores significan que ya no sabremos esa verdad.
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