Estupida desición la de mi padre en su lecho de muerte. Aquel entregó todo su tiempo a su maldita "boveda", donde se dedico a crear diferentes artificios para divertirnos. Pero cuando el frío le comenzó a acariciar los pies, y vio que debía heredadr su desquisiada boveda,decidió dividirla de la forma más pareja posible, para esto vio que no era una cuestion de dividir lo material, si no lo temporal. Y entonces fraccionó el año en cuatro, tres meses eran para mi madre, tres meses para la estúpida de mi hermano menor, y tres meses para mi... ¿Y el resto? era la pregunta que nos hacíamos todas nosotras... Hasta su muerte no lo supimos.
Superar la muerte de mi padre fue harto difícil, pero las heridas cierran en silencio, y cada una de nosotras aprendió a distraerse y a olvidarse de aquel recuerdo trágico, jugando en la bóveda.
Con mi hermana pintábamos los cielos de los más variados colores, la gama en la que yo me destacaba eran los terra...
Ella siempre sabía como abrir una flor por sorpresa, y yo como marchitársela en secreto con una hermosa brisa intempestiva.
Las auroras eran su trabajo, siempre dulces, juveniles y esperanzadoras. Las mías por el contrario, caían tras un borrón mal hecho, y quedaba todo nublado.
Las praderas de ella prometían hacer crecer cada vez más los pastizales, y las mías eran la consecuencia de un incendio provocado por el fuego del dolor y la nostalgia que abrazaba cada mañana a mi alma.
Mi madre alejada de nosotras solo llenaba de escarcha leve los montes, de frío las tierras muertas, de tormentas de mal genio que lanzaba desde la bóveda, y así pasamos tranquilas los siglos, hasta que olvidamos las preguntas sobre a quien correspondía ese tiempo libre de tres meses, que bien supimos repartirnos entre nosotras. Pero él un día llegó a reclamar lo suyo, y le fue concedido inmediatamente como también le entregué particularmente mi corazón, a esos ojos de fuego y aquellos labios serenos que atolondraban mi palpitar.
Él era un salvaje en la bóveda, apasionado, prolijo y dedicado, como todo hombre debe serlo, se jugaba la vida en cada crepúsculo que hacía despuntar... nadie como él para mover el "Gran Artificio", y azar las tierras vírgenes.
Yo lo observaba mientras esperaba mi turno, siempre con mi amor inconfesable colgándome de los labios. Tenía mil atenciones para con él, le enseñé el secreto del horizonte anaranjado que a tantos a atrapado en su loca belleza, también la aurora de la nostalgia... De la cual yo día a día, palabra a palabra, verso a verso me olvidaba... Para comenzar a pintar arco iris infinitos e inalcanzables... flores que florecían sin moverme, mi mirar alcanzaba para que abrieran su secreto al mundo, mi amor se reflejaba en cada ínfima porción de espacio que la bóveda ocupaba, y esta se volvía armoniosa, como los rayos de la luna llena penetrando el éter para morir en las mansas aguas de un estanque.
Mis días estaban enteramente dedicados a él, y por las noches dormía para soñar con él y reconstruirlo de forma mentirosa, al lado mío.
Buscaba la oportunidad de encontrarme con él en cualquier ocación, bajo cualquier excusa. A mi hermana la enfermaba con mis quimeras, con el relato de mi amor infinito, a las que ella respondía con una carcajada ronca y me preguntaba si no exageraba, y si llegaría a buen puerto con ese descontrolado amor. Yo respondía que no tenía ningún puerto al cual llegar, que podía vivir entre tormentas, que a la deriva es solo una forma más de ser, una forma más de vivir. Ella volvía a sonreír y bajaba la mirada para contemplar el piso.
Un día, decidí escupirle mi amor, ponerme su corazón al hombro. Recuerdo perfectamente aquel suceso, el había terminado su jornada, colgó la luna y salió secándose la frente... Oh! mis palabras todavía cosquillean en mi boca como un recuerdo vergonzoso, y sus actitudes son dagas que me mutilan segundo a segundo, con la sutileza de una brisa primaveral.
"Disculpá, quería hablarte"
"No, no te va a llevar mucho tiempo, ahora... luego espero que toda una eternidad"
"No, no te asustes. Es que... que, estoy cansada que mi único puente sea esconderme tras alguna nube para ver tu cuerpo, o de mentir de porque estoy en un incoherente lugar que te corresponde solo a ti".
"Y es que amo cada palabra tuya, cada músculo y cada mueca, cada hermoso esfuerzo que haces, tu hermosa indiferencia para con todo... te amo, te amo, te Amo!"
"¡Espera!... ¿por qué te marchas?, ¿no me dirás nada?... No te vayas"
"¡Maldita sea!, mínimamente rechasame por respeto a mi amor... No te vayas, ¡No te vayas!"
Y se marchó sin palabra o respuesta alguna, no entendí aquellos ojos sorprendidos, "indignados", ese mutis irrespetuoso. Pero menos aquella carta que decía algo como...
"Disculpá mi huida sin palabras ni explicación, pero es que me sorprendió sobremanera... No esperaba eso de la hija de un amigo de la juventud. Y principalmente por miedo a no poder contenerme preferí correr, que contestarte. Lo siento pero lo nuestro jamás podrá ser... así lo quieras tu, así lo quiera yo."
Confieso que sentí un alivio, me amaba, o por lo menos me deseaba, había algo de lujuria reprimida entre esa líneas, sentí en el cuerpo la emoción ingenua e inocente de estar viviendo una historia de amor, de esas: siempre eterna, siempre repetidas...corrí con una lágrima por mejilla a ver a mi hermana a la "bóveda".
Sorpresa fue la mía cuando vi como él y ella hacían el amor, ¡era un infamia!, agravada por el hecho de que esa unión solo desprendía belleza, se pintaban solas las flores... Pero habían llevado a cabo una estratagema maquiavélica!... Estaban juntos, y yo no sabía nada!, se habían reído de mi en secreto... No fui ni hermana, ni amante... fui el mono del circo... Mis lágrimas se secaron inmediatamente ante el calor de mi odio, que creció y entre vapores: prepotente penetre el umbral pateando la puerta, y desarticulando toda la bóveda, tome un rayo del sol y me precipité sobre ambos y logré herirlos, pero el dolor de la herida no era el suficiente, merecían la muerte... Ellos desnudos como dos pueriles animales, gozando de sus carnes a espaldas mías... y hubiesen muerto si mi madre no me gritaba asustada "Otoño, pará!!", y en aquel segundo de distracción aprovechó y me tomó de los hombros, y aplicó a mi fisonomía dos bofetadas...
"Pero mamá" le dije "¿no ves lo que me han hecho?"
"¿Qué no te interesa?, ¿Qué ahora soy yo la que debo irme?, ¿Qué esto es eterno?"
Y desde aquel día he jurado vengarme y entro a la bóveda cada vez que verano se va, y me dedico a destruir todas las flores que el amor de ellos crea, y que mi madre con sus llantos alimenta...
Quemo todas las copas de los árboles y parsimoniosa maldad las hago caer lentamente, porque este es el augurio de como terminará su amor, agonizante y de rodilla buscando mi piedad. ¡Pero no!, las flores se marchitarán ante mi canto nostálgico, el sol nunca brillará con tanta intensidad como la de antaño, una llovizna molesta condenará la belleza por la que año a año se esfuerzan en reconstruir que es lo que hace que mi odio se acreciente, yo solitaria y perdida, despechada como un pájaro rabioso, me arrojaré sobre su trabajo como hace tantos millares de años me arrojo... Y es tanto mi tormento que por momentos no se si este sentimiento que me carcome es odio y sed de venganza o simplemente nostalgia, por lo que nunca fue, lo que nunca será y de lo que ya nunca volverá a ser...
Oh! tiempo maldito, maldita historia de historias siempre repetidas... Ay!, Hojas Muertas!.
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