Me da la paz tu aroma,
almizclado y sedoso,
como viento templado de promesas,
lleno de atardeceres entre dos.

Me sube la marea,
me sube por las venas alcanzando
la orilla de mi piel,
despertando el deseo.

Se despereza el cuerpo
alzado por el alma alegre,
en armonía con tu risa
y esa mirada tuya que se recrea en la mía.

En cada bocanada,
voluptuoso el aire,
sopla sobre mi fragua, chispeando ascuas,
carbón oscuro antes.

Midiendo estoy el tiempo
de atracar en tu orilla,
amarrar tus bolardos,
y que el suave vaivén del agua meza
nuestros cuerpos mojados

Y dormir en tu puerto,
blancas estrellas quietas,
de luna siempre llena
y de alboradas frescas.