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Ya había comprobado el poder de mi AK-47, pero si salía a la calle con ella muy a menudo los beduinos sabrían que fui yo quien mató a su caravana de camellos. A raíz de esto me mandé a hacer 4 túnicas XL, aún cuando era un flacuchento, esto para poder ocultar a mi amada AK-47 bajo mi vestimenta.
La vida continuó apacible, hasta el día en que la policía me encontró orinando frente a una pared que tenía pegado el retrato del monarca Saudita. Querían condenarme a la pena de castración, además de haberme retirado el gentilicio Saudí y congelado mis cuentas bancarias al agregar hielo seco en la bóveda del banco.
Pero moví mis contactos en el mercado (recuerdan? Los que me vendieron la AK) y logre salir clandestinamente de Arabia Saudita en un camión cargado con bosta de camello que sería usada para abonar los semi-áridos campos de Afganistán.
Al llegar allí conocí al que llego a ser mi gran amigo, el Mulah Omar. Tropecé con él pues la bosta de camello se me había metido en los ojos y no lograba ver bien al caminar por las estrechas calles de Kabul. (hoy mi psicólogo sospecha que también me entro bosta de camello en el cerebro, pero yo no le creí y ahora yace bajo un túmulo de mármol rosa. Ah mi AK-47, que haría sin ti).
Omar y yo éramos inseparables. Trabajamos por unos años en las calles de Kabul como camelleros, lustrábamos sus jorobas, secábamos la baba que se escurría por sus bocas, recogíamos sus desechos, los ordeñábamos... Ah que días tan felices.
Nuestra paga nos permitía darnos una vida de reyes. Incluso visitábamos los barrios dos o tres veces a la semana en busca de favores sexuales. Es maravilloso recordar como con apenas unas pocas monedas podíamos pagar los servicios de un egipcio de piel oscura y 2 metros de alto los días lunes, de un Marroquí corpulento y de piel aceitunada los miércoles y finalmente de un Irakí muy guapo (al que si mal no recuerdo llamaban Sadam y que ahora esta involucrado en la política) los viernes.
El fin de semana nos entregábamos a la oración y al descanso de nuestros adoloridos cuerpos.
Bueno, no quiero cansarlos con hechos insulsos, solo puedo decirles que con un grupo de amigos de Omar, liderados por un tal Ivan, decidimos formar un movimiento político y religioso auto nombrándonos los Talibanes en honor a Ivan que murió cuando evacuaba a causa de que una semilla de dátil se le atravesó en el tracto rectal.
Un día veníamos saliendo de nuestras reuniones cotidianas, ya eran las 12:30 de la noche, y nos encontramos con una ramera semi-desnuda a las puertas de nuestra guarida, perdón, quise decir, centro de reuniones.
La imagen del cuerpo de esa mujer fue tan aterradora para nosotros que decidimos crear la Burka y prohibir a las mujeres de nuestra organización que se dejaran ver por las calles mostrando otra cosa que no fueses sus ojos, y juramos por Aláh que algún día liberaríamos a toda Afganistán de imágenes como aquella.
Recuerdo que por un mes tuve pesadillas con aquella ramera semi-desnuda...
(Continuará...)
Bin-laden 15/10/2002 |