...Entonces volvi, a recorrer los senderos de la noche anterior. Espere llamadas inertes, pero nunca fueron contestadas. A mi lado tan solo el alma que acompaña a nuestros vagabundos sonambulos. Incluso podia ver aquel rostro en las estrellas, pero cada vez que lo dibujaba sentia aquella sombra que me perseguia, que me acechaba. Quise pillarlo por sorpresa. Me di media vuelta y le pregunte hacia donde iba; escondio su rostro en el manto y cruzo sus manos por sobre su abdomen. Le pregunte por que me seguia, y las nubes me respondieron: mi dolor lo desperto, lo atrajo a mi tal y como si yo fuese un par de migas y aquella sombra una paloma. Quise preguntar tanto que todo se me fue, y mi lengua se enredo, mis labios se endurecieron. Tan solo observe. Transcurrieron horas que parecieron siglos, segundos que parecian horas, y mis ojos nunca se cansaron; fue casi como si hubiesen roto el reloj del tiempo y todos hubiesemos quedado congelados en aquel segundo. Tan solo entonces comprendi que no era yo quien veia, ni quien hablaba, ni quien pensaba o vivia; yo era la noche, fui la luna, yo fui y ame cada instante. Entonces la sombra asintio, dio vuelta su cuerpo y camino de regreso. Al seguirla, se dio vuelta y me pregunto quien era, hacia donde iba... yo tan solo rompi el reloj del tiempo, y fuimos la noche y las nubes, y las aves. Fui y ame todo, pero jamas volvi a comprenderlo. Nunca sabre quien era; ella, mi sombra, mi amada sombra, tampoco sabra nunca quien soy yo. Nos perdimos en nuestro ocaso, congelamos nuestras lenguas, endurecimos nuestros labios, y nunca intentamos comprender. Tan solo nos sentamos a esperar que las nubes hablasen por nosotros.