Conocí a un hombre que amaba sus manos a tal punto que maldecía el hecho de contar con su boca en muchas ocasiones.
Y Digo maldecía porque generaba de sus manos lo único creíble que emanaba de su alma, sus pensamientos salían engañosos y vanos por ese órgano maldito que permitía hablar.

Así era él, no tan robusto como hubiera deseado pero increíblemente perfecto al momento de amar a una mujer... Pienso que hubiese perdido la naturaleza un incontenible tesoro si lo hubiera castigado con la falta de manos ó aún teniéndolas se le hubiese prohibido la facilidad de escribir, en sus manos las palabras se volvían magia al igual que sus besos que, aunque suene absurdo, también daba con las manos.

Supe que un día cambio la forma de expresarse, trato de cultivar la labia e intentó enamorar a una mujer con su voz, trató de seducirla con sonidos, la convirtió en su inspiración y usando su boca dio rienda suelta a las palabras sentimentales pero la mujer dio caso omiso a esos sentimientos, así su inspiración (LA DE AQUEL...) se fue, sus manos comenzaron a marchitarse como una raíz a la luz el sol... La magia se evaporaba y cuando intentó escribir fue inútil...

Solo un suicidio le dio la paz. Cortó sus manos a dos tajos y derramo gota a gota su sangre. Cuando las muñecas dejaron de vertir el "precioso líquido", (NO VAS A CREERLO) ... la sangre formó letras... era funesto leerlo y de atrás hacia delante se leía:

"Sólo la boca puede darnos motivo para cortarnos el alma"