Su confuso sentido de la realidad me llevó a caminar por torcidos caminos, tomados de la mano y sin preguntar hacia donde nos dirigíamos, ella me pidió que la siguiera, La lluvia nos forzó a entrar a una casa vieja abandonada por el tiempo, nos recibió un raro olor a libros rancios, encontramos una mesa repleta de revistas sin portadas y carcomidas por comején, un pisapapeles en forma de una verga viril, en una esquina yacía un catre con manchas de orines, babas y semen, sin preguntar mi conciencia se tiró sobre el catre recostándose en el filo del sueño, mientras que yo me quedaba despierto con el sabor salobre entre mis labios.
La lluvia comenzó a golpear los cristales de la ventana, entonces me arrojé al catre, también.
No podía conciliar el sueño sin mi conciencia adentro, así que empecé a dar giros en la orilla del catre, pero desperté a mi conciencia de su sueño ajeno. Entonces sermoneó mi vida, me reprochó que yo era un mal nacido, que había nacido por error de cálculo y no por amor, la miré y me miró, callando así de repente como había comenzado, me pidió suavemente al oído que le hiciera el amor. Me resistí, alegándole que no le podía hacer el amor a mi propio ser, siguió forcejeando, saqué la mano y le pegué en su imaginable rostro, me soltó y se quedó quieta por un instante... volvió a quedarse dormida.
Me levanté, no sé cuanto caminé, sólo sé que daba giros alrededor de la mesa hasta el cansancio, no podía dormir, mi cuerpo me exigía que no podía conciliar el sueño sin mi conciencia adentro, la miré placida en su sueño ajeno y me abalancé salvajemente sobre ella, coloqué ambas manos sobre su cuello la apreté con más y más fuerza. Giré la cabeza, vi la mesa transmutarse en residuos. Ella desistía, se derrumbó sobre las revistas y periódicos del piso. Sentí que todo daba vueltas el techo emergía sobre mi cabeza, todo se volvió oscuro, la luz que empezaba a entrar por la ventana me permitió verle el rostro, era idéntico al mío. Mi cuerpo se convulsionó traté de gritar, nadie me escuchó, perdí el conocimiento y ahí, sucedió lo inexplicable.
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