Tal vez estaba un poco nervioso cuando escuchó ese pequeño ruido que quizá hubiera sido imperceptible de no ser el silencio que embargaba todo el ambiente de la casa, pero el hecho es que como nunca, sintió que sus mecanismos de defensa actuaban aceleradamente haciendo más perceptible su capacidad de alerta. Sus ojos se empezaron a preparar para mirar, ver u observar cualquier sombra que se acercara a él por mínima que sea, así como su olfato que sólo aspiraba el olor a incienso del palillo que prendió al llegar a la casona. El ruido del portazo le congeló la sangre y puso tranca a la puerta no sin antes echar un vistazo a la noche brumosa divisando ese algo inesperado que esperaba durante las últimas noches, que sabía ocurriría, aunque la sensación de inseguridad flotaba en su mente y en todo el ambiente, esperando, siempre esperando, martillando minuto a minuto su cerebro, conociendo lo ineluctable del proceso, que justamente esta noche le parecía más cercano que nunca, como si aquello, se hubiera apiadado de sus angustias y quisiera despejar de una vez por todas sus temores y sería por eso que no sintió miedo cuando empezó a escuchar los pasos, al principio suaves como la de un niño caminando sobre un piso de madera de un segundo piso, con un leve chirriar, hasta hacerse cada vez más fuertes y plurales, que hasta ella lo sintió, cuando desde la otra habitación preguntó con su voz agónica:
¿ Ya llegaron ?...
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