El la buscó en tantos ojos. La buscó activamente, miró, descartó. Recorrió caminos sinuosos, siempre insatisfecho, dio y recibio, amaneció y desesperó. Algunas veces estuvo a punto de convencerse, pero cada vez menos.
Ella lo buscó en tantas sonrisas... lo buscó pasivamente, receptivamente, vio ir y venir, más ir que venir. Siempre esperanzada, siempre creyendo que esa vez si, pero sabiendo que no.
Hasta que un día, el destino que no se sabe si es ciego o malicioso, decidió cruzarlos y darles su oportunidad. Era una tarde de verano, en un colectivo, él iba y ella volvía. El estaba parado agarrado al caño cerca de la puerta de atrás, ella se levantó y lo vio. Sus miradas se fundieron en un instante eterno. Hubo magia.
- ¿Bajás en ésta?
- No, en la próxima
Ella se bajó y miro irse el 132. El la siguió con el rabillo del ojo, parada en la vereda, hasta que se perdió en el pasado.
Por un momento, él creyó ver en esos ojos, la sombra de lo que nunca fue.
Y por un momento también, ella creyó ver en los de él, el destello de la promesa de lo que pudo ser.
Era enero y ya nunca más lo fue. |