No sabría decir como ocurrió exactamente. Quizá fue esa amplia sonrisa que siempre engalanaba tu rostro, aquellos dientes brillantes que se mostraban orgullosos constantemente. Quizá fueron los segundos que poco a poco compartimos, segundos que se convirtieron en minutos sin apenas darme cuenta, y minutos que llenaron horas y horas de sonrisas e historias. Pudo haber sido tu carácter, ese maravilloso carácter optimista y risueño, terriblemente contagioso. No sabría decir con exactitud que es lo que ha sido, pero algo ha comenzado a llevarme de nuevo al terrorífico callejón sin salida de los sentimientos.
Y si, es cierto. Quizá lo oigas en algún sitio, quizá alguno de nuestros amigos comunes te lo comente, o quizá lo leas sencillamente en esta pequeña reflexión que dudo que algún día caiga en tus manos, pero al menos sobre el papel confesaré que es cierto, que en una mañana soleada de verano me he despertado pensando en ti. Fuiste el primer pensamiento que me vino a la cabeza. No, en realidad te quedaste allí, restos de un dulce sueño que no logro recordar, para despertarme.
Es terrible solo pensarlo, pero a la vez sencillamente maravilloso. Parece que una vez más, los sentidos abren una brecha en mi perfectamente planificada vida ausente de emociones sentimentales fuertes. Mi burbuja de protección se deshincha por momentos ante el reventón que tu representas en ella. Y sin embargo sonrío como un niño ante una pastelería con el mero hecho de soñar que algún día podría compartir parte de mi bolsa de viaje con alguien como tú. Pienso en los riesgos, conozco los peligros y aún me duelen las cicatrices del pasado cuando me hablan de amor, pero sin embargo, la intensidad con la que me vienen mil y una emociones a la cabeza cada vez que intercambio una sola mirada contigo ahoga las voces que intentan persuadirme para que no vuelva a cargar la ruleta rusa.
Y si, es cierto. En una maravillosa mañana de verano, mientras el sol se abría paso a través de las pequeñas brechas que deja mi persiana, pude ver tu cara al despertar y supe que, inevitablemente, me había enamorado.
Y por primera vez en mucho tiempo, no me dolió
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