Cuando te fuiste los Ángeles lloraron, al igual que mi corazón, pero el grueso cristal que recubría tu cuerpo no dejo que los oyeras... y mi mundo se inundo al igual que un mar... sin oportunidad alguna de navegar en el, solo naufragar en el al antojo del destino y el tiempo. Encontré una pequeña orilla después de mucho tiempo, de mucho buscar en la cual me aferre con todo mi ser...pero en ningún momento deje de pensar en ti, en tu partida, en que ese cristal se rompería y las aguas de mi mundo inundarían el tuyo convirtiéndolas en amor verdadero y que me podría soltar de toda atadura para vivir por siempre en tu mundo, mi mundo... nuestro mundo... Pero, al despertar, vi que era producto de la imaginación que provocaba ese mar inmenso, el sol que agotaba mi cuerpo y la debilitada fuerza de agarrarme a esa pequeña orilla para no hundirme en mis propios sentimientos...