Cuando te contemplé a lo profundo de tus ojos,
me dí cuenta de que no podía declararme,
de que ese paso daría por tierra,
toda mi concienzuda labor de ablande.
Tu mirada triste y pensativa,
impidió el acoso artero y solapado,
y, cobardemente, dejé de lado mis anhelos,
en pos de una victoria pírrica,
que me colmó de deseos no saciados.
Ya llegará el tiempo del estío,
ya retomaré mi labor de zapa,
ya te entregarás a mis turbios manejos,
ya serás mía, sin retorno.
Cuanta brecha nos separa,
de tiempos y de distancias,
de vivencias y de metas,
tú, niña inocente y pura,
yo, de vuelta de mil cornadas.
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