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Esta historia que paso a relatarles forma parte del folclore de “Las siete gargantas del Diablo” situado en “La Isla”. Esta basada en la expedición tras un tesoro. La misma comienza de la siguiente manera, según relatos de viejos marineros apostados en “La taberna del Bucanero”.

El barco se encontraba a la deriva a sotavento de “La Isla”. Hacía tres semanas que “Los Tres Mosqueteros”, un bergantín de tres palos se consideraba perdido. Luego del temporal anunciado, la fragata de Guardia Costera diviso a lo lejos, lo que parecía ser el trinquete mayor y mesana.
Cuando la abordaron ni un alma a bordo del mismo existía. Es más, hasta unas horas antes del temporal previamente anunciado, figuraba con todo detalle cual había sido su trayectoria y que habían hecho, en el Mar de China Continental. Así relataba el capitán del bergantín en cuestión en su bitácora bellamente forrada en cuero.
Esta historia esta basada en las anotaciones del Capitán a la fecha de la desaparición de sus tripulantes y él mismo.

Salto de la cama. Una gota de transpiración brota por mi mejilla izquierda. Me siento en la cama y me toco por todo el cuerpo. Nada. Enciendo la luz de la veladora. Sigue siendo el hotelucho de mala muerte que alguna vez en mi vida fui a parar.
A mi lado izquierdo sigue la mesita de luz, descolorida por le paso del tiempo y falta de pintura. A la derecha, sobre el muro lateral la ventana que da al callejón.
El zumbido de las paletas del ventilador continúa. Ese calor. Pegajoso. Siento el latir del corazón que parece que desea salir de su lugar, me reviso. ¡Estoy vivo…!
Me levanto, continúa la noche. El sonido de una radio fuera de sintonía se hace sentir proveniente del pasillo. Abro la puerta del corredor, todo normal. Las luces del pasillo continúan con su luz amarillenta. En la pieza de al lado escucho como hacen el amor una pareja de franceses.

-¿Pesadillas…? me dice una voz en perfecto inglés.
El extraño me extiende un porro a través de una abertura en la pared lindera, opuesta a donde los franceses se encuentran.
-¿Una pitada…? el extraño me dice.
Con el tiempo nos hacemos amigos de las largas noches en vela en ese hotelucho de mala muerte perdido en el corazón de Asia. Un día, me pasan un sobre por debajo de la puerta. Era del inglés que había fallecido de malaria. En éste, un mapa. En él mostraba claramente como arribar a una isla, y la ubicación de un cofre escondido.

Parece ser que a principios del siglo XX, unos obreros que extraían guano de una de las cuevas del Mogote, tropezaron sus palas con un viejo baúl en el fondo de un precipicio. Emocionados ante el descubrimiento destruyeron su enorme candado metálico, comprobando con incredulidad que habían acabado de encontrar un enorme tesoro pirata. Fue así que pensaron “nuestras vidas de guaneros había terminado”. Pero he aquí, que éstos fallecieron de una terrible enfermedad. El cofre desaprecio. Hasta ahora…

El capitán del Bergantín, un adinerado buscador de tesoros, le interesó la historia, cuando le pregunté a un aldeano en un inglés mal hablado que necesitaba alquilar un bote. Es de esta manera que se contrata una expedición y se decide ir a “La Isla”.

De formación volcánica y montañas que estaba esculpidas por un manto perenne de nubes en su parte más elevada, la isla se visualizaba desde el mar, diferenciándose de otras por su pináculo más alto.
El bergantín fondeo en lo que se denomina “Las siete gargantas del Diablo”, una caleta. Ese término nació del folklore de la isla. Existían siete túneles por debajo de la línea del mar que en conjunto, cuando la alta marea se hacía sentir, sonaban como un coro de ángeles provenientes del averno mismo.
El agua verde turquesa que han caracterizado las zonas bajas del arrecife coralino, en conjunto a lo agreste de la naturaleza, hacía que la playa fuese un edén a vista humana.
Era de naturaleza volcánica e intocable por humano que haya intentado alguna vez pisar la misma. No estaba en ningún mapa conocido. Era simplemente “La isla” a voz populi. En la zona oriental de la cabecera de playa, un sendero conducía a una cascada extremadamente grande y ruidosa. Al fondo de la misma se formó una laguna, en cuyo lado oriental existía una playa de forma semicircular. Ambas, se encontraban bordeados de una vegetación agreste y espesa que humano alguno hubiese llegado a ver. Esta se encontraba en el interior de “La Isleta” que era conectada al mar a través de las grutas mencionadas precedentemente. Calor pegajoso, humedad del 100%. Animales exóticos. Naturaleza exuberante.

El campamento base se situó en la cabecera de playa. Un grupo de expedicionarios salieron a realizar un estudio de la misma, mientras que otros construyeron el campamento con equipos de alta tecnología.
Se logró encontrar el famoso cofre luego de una serie de percances que no tenían explicación plausible. Bombas de agua que dejaban de funcionar, magnetómetros que detectaban cualquier cosa menos lo que tenía que detectar, personas que fallecían sin causa aparente. El trabajo en si se realizó en el lago interior.
Se construyó un dique para que el agua no entrase a través de “Las siete gargantas del Diablo”. Se desvió el cauce proveniente de la cascada. Cuando por fin parecía todo funcionar, se descubre la Gran Gruta del Mogote. Los técnicos pululaban cual moscones por el fondo del lago, al que se le había extraído el agua, provenientes de dichas grutas. Estas alimentan la laguna interior con el mar que los bordeaba.

En el momento que se habría el arca una gran tormenta se avecinaba. Muchos cayeron enfermos. El capitán enloqueció. En el estaba la espada del Capitán Garfio, con incrustaciones de oro y diamantes, monedas de la Corona Española, una cruz hecha de oro y piedras preciosas.
El vendaval se hizo más fuerte a medida que la tormenta crecía en intensidad. Las represas cedieron y el capitán del bergantín murió ahogado. Fue en ese momento, que se detectó un nivel de radioactividad proveniente de la espada misma. Baang.

-¿Un pitido? Escucho decir al inglés.
Este me extiende un porro. Me fumo el pitillo tranquilamente, mientras mis pensamientos divagan por si solos.
-¿Nos vamos?
-Si

Mi cuerpo se empieza a desdibujar, miro mis manos y la siento transparente. Calor. Viscosidad. Me toco la cabeza, algo húmedo comienza a formarse. Mi cien derecha…
El baúl adquiere un color amarillento por encima de mí. Abre y cierra la tapa como si de una risa se tratara. La luz se apaga. Este desparece junto a su risa ahogada…

Texto agregado el 29-06-2005, y leído por 111 visitantes. (1 voto)


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