Ahora sé por qué existen los crímenes pasionales.

Esos que parecen fuera de lógica; ya que cómo puedes matar a alguein que quieres tanto... y justo ahí es donde radica la razón de tan contradictorio pensamiento.

Lo quieres tanto que no puedes concebir la idea de tu vida sin él... o su vida sin tu necesidad de quererlo. Quieres tenerlo y a la vez alejarte de él para saber qué tan capaz eres de extrañarlo.

Quieres besarlo para comprobar que nunca te has sentido tan alejada del mundo estando tan cerca de alguien.

Quieres gritar, sí ¡gritar! que él es tuyo y de nadie más... Pero te quedas calladita, calladita para que nadie arruine tan maravilloso secreto.

Quieres arrojarlo al fuego, ver cómo se consume hasta que se convierte en cenizas para poder aspirarlo, poder sentirlo como esa asfixia que te llena de aire el pensamiento.

Quieres cortarlo en pequeños trozos, comerlo, saborearlo. Para así poder justificarle que, en efecto, sus besos saben a mango con limón.

Quieres matarlo, destrozarlo,desaparecerlo. Para así poder comprobar que sin él te sientes vacía, sola, que lo necesitas y que no hay forma de que vuelva a tí. Que por él morirías, que por él matarías (incluso a quien más quieres...él).

Por eso yo sí creo en los crímenes pasionales, en matar a quien más quieres. Porque sé que te quiero tanto que hasta te mataría para demostrártelo.