El miedo ronda tu anatomía, disipada entre mis manos; desafiando los sabores, como una fruta al borde del espasmo. Y danzas en mí; bajo los jardines lujuriosos de mis pechos; rasgando el equinoccio que duerme, en la belleza de tus labios. Sublime; intacto; gimiendo el eco que rodea el silencio cóncavo de tu alma; áspero; tallando la mirada, en un prefijo de felicidad. Me tienes atada a los temblores que tu piel expulsa, para descender bajo el delirio de mis lunas; como un recreo dulce de infinitas formas, reptando en la textura de los cuerpos. Y desmayo en el suspiro que desciende por mis vértebras, atrapada en el resguardo de tu lengua; como una fogata de luces, encendida entre tu boca, y la cima de mis venas. No te vas; solo fundes el cielo en mi regazo; como un mar de aguas, que habita mi sentir.

Ana.