El escribía con trazos violentos, era como si deseara que esa escritura atravesase la frágil epidermis del papel y quedará estampada como una herida sanguinolenta:

Azucar negra destilando por sobre
las cabezas derrotadas de los conquistadores,
hacha de mazapán enarbolada en el aire dulzón
de un pestilente sepulcro, ratas ciegas huyen
con sus hocicos blanqueados por el azúcar flor.
Querida mía, como te deseo ver nadando
en una barrica repleta de jarabe
con tus ojos muy abiertos mirando la nada
te arrojaré rosas, besos y chocolate
y una taza de café hirviendo derramaré sobre ti.

Amor mío, déjame retorcerte los brazos
deseo sentir la musicalidad de la fractura,
me muero por escuchar tus gritos
sirenas despavoridas anunciando tu terror
¿Quieres servirte una ensaimada y un vaso de leche
antes que machaque tus dedos con mis botas enormes?


Ella le miró con esos ojos soñadores y sonrió angelicalmente mientras mordisqueaba el tallo de una rosa fucsia. El agresivo escritor vaciló un instante, quiso proseguir con su escritura maldita pero antes que alcanzara a trazar una sola letra, sintió sus manos suaves masajeando su cuello. Las turbulentas ideas parecieron esfumarse por el sortilegio de esos dedos mágicos y en cambio aparecieron sobre el papel estas palabras:

¿Cual es el hechizo que me atrapa
y avienta los demonios de mi cabeza?
Basta sentir tu respiración suave
y tu sonrisa encantadora para que
cambie el escenario y el manto negro
que atrapa mis pensamientos
se despliegue y se eleve por los aires
como un mefistofélico murciélago

¿Como me libero de ti?

La mujer sólo sonrió misteriosamente y se arrojó a sus brazos, él supo que esta mujer araña jamás le permitiría abandonar su trampa...