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Inicio / Cuenteros Locales / tano2003lv / Reflexiones en 4 patas

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Mañana se van a cumplir ya 3 meses de que estoy aquí. Me siento solo; no hay nadie al lado mío para hacerme compañía.
La gente pasa y pasa sin parar, siempre apurada, yendo para todos lados. Siempre preocupados, siempre corriendo, haciendo malabares con los horarios, ya que siempre llegan tarde a todos lados. Creo que ni siquiera notan mi presencia. Algunos pocos se detienen a observarme, pero solo lo hacen por unos segundos, luego continúan.
Con terror, observo cómo uno a uno, los otros encerrados son liberados y se van con sus nuevos dueños. Felices por abandonar su prisión, lo único que hacen es mirar a los otros desafortunados. Ni siquiera tienen el valor de despedirse mirando a los ojos. Saben que nunca más en sus vidas se volverán a ver, pero niegan la verdad, no la aceptan. Es una verdad dolorosa, pero así es la vida. Algunos ganan con el sufrimiento de los demás, y lo peor de todo, es que no les importa. Los observo con terror. Terror a quedarme solo. Terror a necesitar ayuda y no saber a quién acudir. Terror a que nunca encuentre a alguien que me quiera, que me respete, que me cuide.
Otra vez ocurrió lo mismo: una pequeña niña se acerca y me mira. Primero por curiosidad: me mira asombrada, cómo si fuera la primera vez que ve a alguien como yo. Luego sonríe. No despega la vista de mí. Yo, solamente la miro, en mi rostro se refleja el miedo a la soledad. Pero veo que ella no lo nota. Es solo una víctima más, una pobre inocente que no entiende el mundo de los adultos.
Después de varios segundos, finalmente se cansa y se va, no sin antes despedirse con un beso. Y volví a estar solo. Ya casi no queda nadie aquí.
Siento hambre, pero nadie me alimenta. Solo me dan basura, restos de otros. Tengo frío, pero nadie me abriga. ¿Para qué gastar tiempo en mí?, deben pensar los demás. Seguramente que cuando me miran, me ven como uno más. Claro, me ven sucio, triste, que lo único que logro es dar pena.
La gente sigue apurada. Ya nadie se detiene a verme, ni aunque sea unos pocos segundos. Y entonces... No puede ser. ¿Mis ojos me engañan? ¡No! ¡Está ocurriendo! ¡Por fin! ¡Por fin ha llegado el momento! ¡¡Voy a salir de este espantoso lugar!! ¡Aquellos tontos se quedarán aquí un largo rato, pero yo no, porque ya me vinieron a buscar, ya me voy!
Me agarran delicadamente, y la pequeña niña no para de sonreír. Me da besos, me acaricia y me lleva en sus brazos, donde voy muy cómodo.
Miro a los demás. Pero no tengo ganas de despedirme. Quizá algún día se vayan como yo lo hice.
-Muchas gracias papi. Lo único que quería para este día del niño, era que me compres un perrito.

Texto agregado el 29-06-2005, y leído por 102 visitantes. (0 votos)


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