El maldito paso del tiempo,
sentirse mas cerca de partir,
la diaria macabra sintonía desafinada
de la emocionalmente insustentable
carrera idiota por un billete
que la lotería de la vida no regaló,
las caras hipócritas de los bondis
que nunca conducen a ningún lado,
una mañana con dolor de muelas,
maquiavelo de los desclasados jugando dados trucados
con el as de corazones encanutado en la manga,
el estúpido recurso del resfrío boliviano,
secar con sussex infectados las heridas del alma,
una pequeña caída cada atardecer sin amor,
la muerte desterrando encantos,
y dejándonos cientos de palabras sin decir
a tantos que dejan la cancha sin aviso,
el regreso imposible,
la crueldad de sentirse apedreado
en un país que ya no quiere
querer pueblos ni culturas.

La bendición del paso del tiempo,
nutriéndome las entrañas
de ese jugo de miradas cómplices,
una risa desbocada,
un instante de comunión del alma,
construir costosamente los caminos por venir,
descalzarme una tarde de sol
sobre la vereda aterciopelada de un beso,
ese puro fuego que alguna vez algún ángel insufló,
el sol cayendo junto con los muros
y el dejarse fluir-fundir en abrazos casi eternos.
Una personita que crece y emociona
y compromete y fascina y admira
y la gloria transpirando sueños
en una calesita ilusionada,
viaje en tobogán con visa al corazón;
un día mas,
un éxodo entre recuerdos bonitos
sin moverme de acá,
cadáveres que no mueren y excelsos
rellenan de letras emocionadas
ese espacio entre la magia y el vacío,
tentar al valor de meterse a la cancha
guapeando rengo, creyéndose sin fichas;
una palabra de aliento, un guiño,
conocer almas que sin ser gemelas
sienten pasiones encantadoras y arremolinan
juegos sagrados y momentos inolvidables.
Por eso brindo.