AHOGO
Probablemente una de las sensaciones más desagradables que pueden sentirse sea el ahogo. Notar esa obturación de la respiración, el inútil movimiento oscilante del aparato respiratorio, el rostro enrojeciendo, la garganta que se reseca, el súbito embotamiento de la mente, la tos, la contracción del cuerpo... Notar que ya nada responde, que el agarrotamiento inicial va dando paso a un espasmo, que la nuez intenta tragar sin ningún éxito... A mí me produce todas esas sensaciones la mediocridad enquistada en nuestra sociedad, el funcionamiento a base de clichés, de frases hechas, de conductas reiterativas, la carencia de originalidad, el predominio del márketing sobre la imaginación, la monótona repetición de las mismas voces, de los mismos mensajes expresados con tanta simplicidad como si hubieran sido creados para imbéciles. Uno diría que muchos de esos mediocres se han formado en la factoría Bush de idiotas y ahí los ves dirigiendo de la misma forma un partido político, una empresa, una televisión o una universidad privada. Llega hasta el hartazgo la repetición de cuatro muletillas a las que sólo se les cambia una palabra. Y así es como el mismo mensaje se vende igual en un best seller para deficientes culturales que en un programa de televisión. Hay un momento en que si no explotas el mensaje te atrapa y caes en sus redes. Te conviertes en uno más de los que apretan el botón. Entonces, el Gran Hermano de la democracia, el consumo irracional, los programas con vaquillas para disecar las mentes, la música para aplatanar cerebros, los periódicos plagados de mentecatos culturales y de mensajes que se consumen como opio te alcanzan. Ya eres presa del ahogamiento. Y no hay tiempo de gritar. Hazte un favor, súmate a los mensajes discordantes. Acabarás agradeciéndomelo.
Luis Vea García, 2005
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