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Inicio / Cuenteros Locales / scheccid / EL PEQUEÑO CAPITAN (3ERA PARTE)

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Sus ojos se despejaron al sentir el rayo de sol, Mauricio, con el timón en la mano repitió estas frases, como jugando y olvidándose de su soledad.

- ¡Cambiemos de dirección y regresemos a puerto!

Una camioneta se detuvo ante él, con asombró se pregunto quién era la persona que se había atrevido a internarse en ese lugar y bajo que propósito, los cristales entintados del vehículo empezaron a bajar, permitiéndole ver a la mujer que iba conduciendo:

- Sube, hace mucho calor aquí…
- Aja…

Fue lo único que atino a decir, se recostó tranquilo en la camioneta, mientras la mujer cambiaba de disco, esta le extendió un pañuelo y él con mirada escudriñadora la miró:

- ¿Qué hacías aquí? – después de terminar la pregunta extendió una botella de agua al joven y le dio un paquete de galletas, él con el pulso temblando los tomó y volvió a mirar a la mujer, por un segundo tuvo miedo que fuera producto de su imaginación, pero ella había encendido el aire acondicionado y el vehículo se iba llenando de un aire fresco.
- Me dejaron aquí… Creí que nunca iba a poder salir – respondió con la voz quebrada, tratando de disimular su miedo y el llanto –
- Ah, siempre es lo mismo, nunca encontraba a nadie, me sorprendió verte ahí en el desierto, y precisamente en ese lugar. – la mujer lo observó con detenimiento, para ver si se hallaba bien –
- Gra... gracias…

Ella no volteó a verlo, sólo se concentró en el camino, poco a poco Mauricio se quedaba dormido, recuperando la tranquilidad, abrió los ojos después de mucho tiempo, tuvo miedo, así había ocurrido la vez pasada, pero en sus manos aún sostenía la botella de agua y a sus oídos llegaba la música que la mujer iba tarareando sin parar.

- ¿quién eres? – preguntó con ansiedad

Sofía respiró tranquila, su hijo estaba bien, lo abrazó con todas las fuerzas que una madre tiene para proteger a su hijo, intentado retenerlo con ese abrazo por siempre entre su pecho y protegerlo de todo.

Tristán, recostado en su cama, con una frazada limpia contaba con lujo de detalles, lo que había ocurrido en su viaje, y le contó a su madre que el barco lo había dejado en la mar como muestra de su aventura:

- Si en realidad es mi destino tarde o temprano volveré a encontrarlo madre.

Julio miraba asombrado la templanza de su hijo, muchas veces en sus travesías por los mares, había tenido que sortear fuertes tormentas y aceptaba que casi habían logrado hundirse por su nerviosismo y su pequeño capitán, inexperto había logrado encontrar la tranquilidad que necesitaba para regresar a su casa.

Con ropa limpia, y la mirada serena no se separaba del regazo de la mujer que le había dado la vida, mientras ella en algunos segundos lo miraba con recriminación hacía su falta de fe.

- Eres muy valiente Tristán, igual a tú madre.

El chico no comprendió la analogía, él sólo sabía que estaba de regreso gracias a que su madre confiaba en su vuelta, de lo contrario ella hubiera muerto con él, era rara la manera en que podían entenderse tan bien.

- ¿Sabías que existió un mar en ese desierto?
- Sí, en ese lugar perdí a mi hijo… - dijo la mujer, intentando ocultar las lagrimas que amenazaban con salirse –
- A mí me abandonaron en ese lugar… la miró con súplica. – ella contempló al joven que había salvado del calcinante desierto, sacudió la cabeza intentando sacar las locas ideas que se aparecían de golpe en su mente, él le tomó fuertemente las manos y recostó su cabeza sobre su hombro.
- ¿Quieres un cigarro?
- No fumo, pero gracias.

Ella giró su rostro, vio su mirada indefensa y recordó a Tristán, lo abrazo con fuerza y puso una manta azul sobre su cuerpo para que el aire acondicionado no lo fuera a resfriar.

- Siempre podré encontrarte…

Fue la última voz que escuchó Tristán antes de ser absorbido por las aguas del Mar Muerto:

- ¿Podrá encontrarme incluso aquí? – se aferró fuertemente al timón del barco y cerró los ojos soñando con ser salvado por su madre en otros tiempos.
- Te dije que te hallaría Mauricio.

Después de tanto tiempo la promesa había sido cumplida y ambos sabían que sus vacíos empezarían a llenarse.

Texto agregado el 28-06-2005, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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