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Tristán estaba ajeno a la tormenta que por su causa se había desatado en su casa, en medio del mar luchaba por no ser absorbido en las entrañas del desierto salado que lo amenazaba:

- ¡Nos hundimos! – fue un grito desesperado aferrándose al brazo fuerte que intentaba devolver la estabilidad a la embarcación, desvió la mirada del timón y observo con vulnerabilidad la enorme ola que iba a destrozarlos

Los ojos de Tristán observaron con impotencia al monstruo que sin piedad se abalanzaba sobre ellos, la última imagen que guardaría en su mente sería la mirada de terror de sus acompañantes al percatarse de que tendrían por tumba el lecho marino. Después una gran tranquilidad, la sed de sangre había sido satisfecha y poco a poco el sol iba apareciendo.

Mauricio caminaba sin rumbo, sus pies palpitantes de tanto deambular quizás en el mismo sitio le indicaban que tarde o temprano tendría que rendirse y entregar su alma a la muerte, sus ojos estaban deslumbrados por el Sol que lo perseguía sin ofrecerle tregua, estaba sudado y a punto de desfallecer.

Se sentó sobre una piedra y observó el árido paisaje que tenía ante sí:

- Sólo deseo comer… - un suspiro lo interrumpió, sin explicación alguna empezó a cerrar los ojos y creyó que era el fin, nadie había podido ayudarle a salir de ese desierto que lo estaba matando.

Recordó que iba en un automóvil azul y no se explicaba como había podido llegar a ese infierno, buscaba en su mente juvenil la respuesta y ésta se escondía tratando de burlarse de él y dejarlo ahí, como una muestra de lo que pasaba a aquellos osados que intentarán surcar sus tierras.

- Yo iba durmiendo, sólo deseaba un buen día.

El conductor del vehículo sin ninguna explicación lo había arrojado en ese lugar, bajo la promesa de volver, Mauricio al percatarse que pasaban los minutos sin piedad y no veía el reflejo de quien se supone tendría que salvarlo, decidió iniciar su búsqueda hacia ningún destino.

Minuto a minuto recordaba su vida y los hechos que la habían envuelto:

- Yo no quería subir, pero él era tan amable y ahora…

Unas gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, tras una piedra se cobijaba del calcinante sol que lo acompañaba, sentado con los brazos abrazándole las piernas refugiaba su llanto, como temeroso de que alguien se percatará de su debilidad.

Cuando llegó la noche se decidió a limpiar su rostro quemado por el sol y bañado por el llanto y volvió a caminar, estaba amaneciendo cuando tropezó con algo, con curiosidad escarbo en la tierra para ver que era lo que lo había hecho tropezar, sus manos adoloridas apenas si atinaban a escarbar en las entrañas de aquel desierto, pero no se detuvo, a pesar de que después de unos segundos se dio cuenta que quizás sacar ese artefacto le llevaría parte del día.

Era un hermoso timón de cedro, lo tomó entre sus manos y sonrío irónico:

- Debió ser un buen barco – un suspiro se escapo al sentir la fuerte madera que ahora sostenía - En estas tierras estériles se paseaba un hermoso navío – observó con detenimiento el objeto, tratando de encontrar ahí la respuestas a su soledad; cada detalle era examinado con atención con sus ojos infantiles.

De pronto lo soltó aterrorizado, las iniciales del timón que ahora sostenía eran las de él T.C.M lo sabía su madre en demasiadas ocasiones había bordado sus iniciales en diferentes objetos de su pertenencia:

- Eres muy descuidado y siempre andas dejando las cosas en cualquier parte – Fue la justificación que la mujer le dio a su acción, mientras que él con mirada incrédula observaba su destreza al tomar el hilo y la aguja y con especial devoción continuaba su tarea.

Miró de nuevo, temía equivocarse y rectificó, efectivamente las iniciales eran las suyas, pero que hacían ahí, en un objeto que seguramente perteneció a alguien más, lo toco con un poco de miedo, sentía miedo de perderse en otra dimensión si lo sostenía por mucho tiempo y quedar como el esqueleto que su madre le había regalado para adornar la pecera que le compraron en navidad.

Nada coincidía, creía que era producto de su imaginación, en muchas ocasiones se había cuestionado sobre su existencia.

- Es algo natural, siempre te sientes fuera de lugar, es una etapa difícil – fue la respuesta que recibió por parte de una sicóloga a la que acudió para que lo ayudará.

Siempre había pensado que vivía una vida prestada, hurtada por alguien más, y ahora con ese timón entre sus manos todo parecía tomar fuerza y las imágenes difusas que se formaban en su mente, se aclaraban de golpe:

- 1, 2, 3, 4, 5, ¡Suelten las amarras y eleven las velas!, ¡De inmediato! O acaso desean morir aquí.

La orden de Tristán cimbró la embarcación que continuaba luchando por mantenerse a flote, observó el cielo que se hallaba cubierto por nubes de tormenta, aferrado al timón de su barco, trataba de recuperar el control.

Cerró los ojos y suplico, deseaba regresar a casa y terminar con esa locura, maldijo el momento en que había decidió hacerse a la mar y retar a su padre, un momento de debilidad lo estaba apresando y tuvo miedo de que ese instante lo persiguiera toda su vida.

Poco a poco las aguas iban recuperando la tranquilidad, la enorme ola que había amenazado con matarlos, sólo había logrado romper las redes del barco y llevarse consigo a unos cuantos desgraciados de no estaban bien amarrados a la embarcación.

Texto agregado el 28-06-2005, y leído por 139 visitantes. (0 votos)


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