En la pelea, se conoce al soldado;
sólo en la victoria, se conoce al caballero.
Jacinto Benavente
¿Qué es la vida, sino una sucesión de lugares comunes?
Las heridas más profundas las recibimos muy jóvenes, cuando comprendemos que no se puede ser tan feliz.
Un engaño. Una decepción. Zala dudaba del amor de su padre.
La imposición era ese lugar común, acatar sus órdenes siempre.
Zala, que tenía tan sólo quince años, era un chico sumiso cuando de su Padre se trataba, pues sólo veneración y respeto podía sentir por él.
Sin embargo, esta vez le parecía que habían llegado muy lejos.
Desde niño fue educado para ser un perfecto soldado, para que ejecutase sus órdenes sin pestañear, para actuar con precisión y valor.
De su naturaleza lo más sorprendente era el desprecio que de su propia vida tenía. Quizá pensaba que morir no era nada.
Pero esta vez no se trataba de matar otros soldados, había que acabar incluso con los civiles de esa peligrosa ciudad. Una lucha genocida de la que debía formar parte, por instrucciones directas de su padre.
Titubeó, suspiró y protestó frente a la figura autoritaria que se le revelaba en su padre, pero a pesar de todo dio media vuelta y corrió a su nave de combate.
Emprendió el vuelo, acompañado de todos sus camaradas, surcando el aire como una flecha… así se inició el ataque.
Los disparos se sucedían con increíble velocidad, y frente a sí vio caer los edificios entre sonoras explosiones. En su corazón pudo escuchar las voces implorantes y los angustiosos gritos de la gente que moría abajo.
Vio, congelado su espíritu, como desde la ciudad partían relámpagos inclementes derribando a sus amigos.
Entonces soltó la palanca de su nave, y con serenidad observó al “enemigo” que yacía boca abajo, perdiendo poco a poco.
Por fin, decidido, en el fragor de la batalla, dio media vuelta sobre sí mismo y abandonó, para siempre, el campo de batalla.
FLASHBACK de Gundam SEED
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