Caminando sin rumbo, ella se paralizó. Simplemente se quedo inmóvil, muda y sin aliento. No sabia que pasaba, que era lo que la había dejado de esa manera.
Unos vistazos alrededor de la plaza y lo comprendí.
Ahí estaba, aguardando como un vigía, el enemigo de mi amiga, era una cosa tan simple, pero tan imponente lo que dejo sin palabras a mi compañera.
Ella sabia que hoy era el día de enfrentar ese moustro que tanto temía, todos los días que pasábamos frente a al tienda de perfumes, esa “cosa” estaba ahí, sin mas que decir, esperando y preparándose para el enfrentamiento.
Se notaba en la mirada de mi amiga que hoy seria el día de por fin enfrentar a su mas intima enemiga.
Tanto trabajo, tanto sudor, tanto esfuerzo de muchos años, hoy tendrían frutos.
Recordando todo el sufrimiento que paso años atrás por eso que hoy vencería, caminaba segura de su victoria.
Dentro de si sabia que hoy no sería como las demás batallas, que esta vez si podría ganar.
Pensó un momento en los momentos fallidos, en donde se le acercaba pero no podía hacer nada y si mas se dejaba vencer, o cuando su enemiga se jacto de ella y con lagrimas en lo ojos tuvo que abandonar el lugar, eso si jurando que se prepararía para enfrentarla una vez mas.
Por fin la hora llego, frente a frente estaban las rivales de tantos años, mi amiga la vio, la repaso por ultima vez, mientras su enemiga la esperaba inmóvil como era costumbre.
Ante la expectativa de todos, como era su costumbre, ella dio el primer golpe.
Metió su mano al bolsillo, saco una moneda de dos pesos, la introdució en la ranura de su enemiga, se subió y espero el resultado de la batalla.
La bascula estaba perdió, la retadora de tantos años alcanzo por fin su peso ideal y ya nada podía hacerse.
Hoy será recordado como el día en que una chica con determinación, con coraje y con mucha entrega, alguien que por mucho tiempo se ejercitó y estuvo a régimen, pudo vencer a ese moustro que lo atormentaba cada vez que pasaba por la plaza.
|