Un día viernes de primavera la vi salir de su casa, pero no se dirigía a ninguna parte, sólo salía para quedarse sentada fuera del portón. Esta situación al principio no tenía nada de extraño, pero al pasar los días, fue naciendo una inquietud en mi interior ¿Por qué lo hacía?
En mi cabeza fueron naciendo como una lluvia de estrellas miles de respuestas a esta interrogante...quizás salía porque su casa no tenía patio y gustaba de la brisa primaveral...no, su casa se veía demasiado grande como para no tenerlo. Tal vez llevaba una cuenta exacta de los autos que pasaban por la calle principal..no, ni un demente haría eso. A lo mejor, es una soñadora que se sienta a esperar la llegada de su príncipe azul...no, sus sueños habían de ser demasiado locos y parece muy normal, por lo menos yo la veo así.
Hoy estaba sentada afuera como todos los días, pero no estaba sola, ha de ser su novio, un tipo alto, moreno y de cara simpática. Se ve que se llevan muy bien y cada vez que él la mira, ella baja su cabeza, como si le diera vergüenza, si me ventana no estuviera tan lejos podría ver si se sonroja, pero estoy casi seguro de que sí lo hace.
Mañana tengo una entrevista de trabajo, pero no estoy muy seguro de ir, presiento que no me lo darán, además si voy, me perderé la salida de la "Dama del Portón", así la he llamado, bueno hasta que no sepa su nombre, claro.
Son las diez de la mañana, he decidido no ir a esa entrevista, ya vendrán otras oportunidades, además aún me alcanza para subsistir, esto de vivir de solo tiene sus ventajas, no tengo que preocuparme por la comida de nadie más, ni por los horarios, ni escuelas, ni ropa nueva, ni tantas otras estupideces de las que tienen que preocuparse la mayoría de los seres humanos, que de seguro no saben lo que se están perdiendo por querer formar una familia.
Ya he descubierto su horario, a las tres de la tarde sale de su casa y se entra a las seis y media para tomar once (supongo), a las siete sale de nuevo y entra a su casa a las diez de la noche, a excepción de los viernes y sábados que recibe visita de una niña de su misma edad creo, unos 15 o 16 años, debe ser su prima o una amiga muy cercana porque se nota que se conocen mucho, esos días se acuesta más tarde.
Como ya conozco su horario, acomodé el mío al suyo, vale decir que a las seis de la tarde tomo once y me acuesto a la hora que ella lo hace, además de estos cambios, trato de salir lo menos posible de mi casa para no perderme la mirada perdida de su rostro.
El verano está llegando con mucho calor, por suerte mi casa es muy fresca a toda hora.
Estoy muy preocupado, son las cuatro de la tarde y mi Dama no sale de su casa, será que el calor no le permite poner un pie fuera de la casa, si es así, mi deseo mayor es que el maldito verano acabe de una vez.
Han pasado ya dos semanas desde que mi Dama no sale de su casa, yo estoy muy enfermo, la fiebre no me deja ni un solo segundo, el dolor de cabeza se ha convertido en mi mejor amigo y no tengo ánimo de ir a la farmacia a comprar medicinas. Estoy tirado en este sillón, junto a la ventana, como un títere viejo que abandona un niño porque ya no le agrada.
Ha ocurrido un milagro, son las tres de la tarde y estoy mirando a mi Dama, aún no lo creo, parece un sueño. Seguramente se fue de vacaciones, había olvidado que aún queda gente que tiene familiares a quienes visitar en el verano, por mi parte, la última vez que salí de vacaciones fue hace tres años. Recuerdo lo bien que la pasé en la casa de mi abuela en la playa, ella era la única persona que me quedaba en esta vida, mis padres murieron en un accidente cuando yo tenía sólo cinco años y ella se hizo cargo de mi hasta los diesiocho, que fue cuando yo me vine en busca de trabajo, que por cierto, sólo me duró unos cuantos años pues me despidieron por faltar muchos días, claro que ellos no sabían por lo que yo estaba pasando, mi abuela acababa de morir y me había quedado solo en el mundo, estuve con depresión mucho tiempo y con una pena enorme que crecía al hacer los papeleos de su testamento, creo que ese fue el último regalo de mi abuela, me dejó su casa en la playa y un poco de dinero, del que ya no me queda ni el rastro. Tenía que buscar una forma de vivir, así que hasta el día de hoy estoy rentando la casa de la playa y con eso me alcanza para comer.
Parece que su presencia hace disminuir las punzadas de mi sien, debe ser un ángel que vino a acompañarme en las últimas semanas de mi vida, porque estoy seguro que este es el final, mi respiración se dificulta cada día y ya no me queda ni apetito, por eso he decidido escribir estas líneas, que se las dedico a ella y que serán mi único testamento para cuando llegue el momento de mi muerte.
Mi último deseo es que ella las lea y sepa que llenó por completo mis días desde el momento en que la conocí a través de un vidrio.
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