Hipersensible

Eres hipersensible. Hipersensible. Sino como tener tanta afectación, tanta emotividad. Todo lo sientes, todo te lo haces tuyo. Oyes hasta lo más mínimo, como los perros y superas esa barrera de la que no recuerdas el nombre. Hueles antes que nadie y los olores más ínfimos. Eres hipersensible, sino, ¿como sentirlo todo tanto? No lo sabes, pero todo se te mete dentro, como el frío en invierno. El invierno te gusta porque te abrigas y te pones esos jerséis de cuello alto que adoras, porque son como un abrazo, pero ni siquiera el punto grueso impide que sientas tanto. Eres hipersensible, sino, ¿cómo es que todos los zapatos te dejan marca? Y una marca que te tatúa los pies durante una eternidad, y vas a todas partes señalada, marcada como un animal. Y cómo sino, las caricias te hacen más cosquillas que a nadie y notas hasta lo más mínimo si te roza, y te gusta, y te eriza el bello y se te pone la carne de gallina. Tiemblas, a menudo algo te hace temblar y te sientes frágil como una hoja seca que revolotea por el asfalto. El viento se la lleva y ella no puede impedírselo y acaba en la carretera, pisoteada por un coche. A veces cuando paseas te fijas en esas cosas, en esas miniaturas cotidianas que pasan desapercibidas a los ojos de la gente. Te gusta redescubrir secuencias comunes en las que uno no suele fijarse. Y es que a ti lo que te gusta te gusta mucho. O todo o nada. Eso que de pequeña no dejaban de recordarte que hay que buscar el gris, que nada es del todo bueno ni del todo malo. Pero a ti el gris te parece un color feo, mediocre, un color confundido. Seguramente era un sabio consejo, pero tú lo desatendiste. A ti las cosa te gustan mucho o te gustan nada. El blanco o el negro. Lo muy frío o lo muy caliente. Hay que decidirse. Pero a ti decidirte te cuesta mucho, muchísimo y cada decisión es una tortura, otra preocupación que se engancha a las suelas de tus zapatos. Tus zapatitos de niña que se ha perdido en los grandes almacenes. Y quizás por eso detestas los grandes almacenes, porque te aterroriza pensar que puedes perderte. Perderte y quedarte sola, sola entre extraños y cosas feas. Porque las cosas o lo son todo o lo son nada. O son bonitas como tus zapatos o feas como las amenazas de lo desconocido. Temes un día quedarte quieta, helada en tu camino y no saber hacia donde ir. Sin pista alguna sobre hacia donde avanzar. Los niños deberían venir con un manual de instrucciones, con un mapa de su propio tesoro para saber hacia donde echar a andar en caso de quedarse quietos. Temes quedarte quieta, porque tú eres lenta pero no inmóvil. Necesitas de algo que tire de ti, te movilice cuando no sepas como hacerlo.